lunes, 16 de octubre de 2017

Terra queimada



Huele a infierno.
¿Qué pecado incandescente cometimos?
No vemos más allá de nuestros miedos,
que niegan la esperanza
y vomitan humo negro.
Buscamos un claro que nos deje respirar,
que no ahogue nuestros sueños exánimes,
y no hallamos más que lágrimas
que no fecundan una tierra arrasada
por el fuego de la indiferencia.
Nos observamos.
Miramos un paisaje imposible.
Nos cogemos de la mano.
Apretamos.
Maldecimos.
Lloramos.
Todo para no claudicar.
Y gota a gota,
llanto a llanto,
crecerá nuestra esperanza en suelo seco,
en futuro quemado,
y de las cenizas resurgirán
gaviotas como fénix,
olivos como robles,
amigos como amigos.
Las aguas tornarán a su cauce
y seremos entonces más sabios,
y tendremos también más ganas
de apagar con nuestra llama sus incendios.

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