cuando aprenda a rumiar mis palabras
y todos los sabores se confundan
y habiten el jardín de la memoria.
Ni el pirata cojo
ni el poeta desvencijado.
Quizá un quijote
que soñó ser sancho
y rozó la esquizofrenia.
Me pregunto quién era
cuando el verbo palpitaba
y era razón y sinrazón,
y era todas las puertas
de par en par abiertas.
Ni un traficante de sueños
ni un adicto a la empatía,
quizá un donjuán ávido
de coleccionar momentos
que rozaran lo eterno.
Me pregunto quién soy
cuando tuerzo un verso
y se me va la vida encabalgada,
quevediano en el exceso.
Ni un hombrecillo gris
ni Aquiles ante Troya,
acaso otro absurdo,
impertinente partisano
de jugarse el destino
a doble o nada,
sin trampa,
sin cartón,
con un farol de órdago en la mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario