Negro sobre blanco es historia,
la mentira que ensombrece el alma
de un don nadie
que se atreve a respirar
inconsciente
y desarmado.
Los vendedores de astucia
permanecen ensimismados
y olvidan recordar el precio
-prohibitivo-
de una felicidad verdadera,
que no huela a coche nuevo
ni a incienso barato.
El amor se desparrama,
se cuela por los intersticios
de los sueños más amargos
y hace retoñar una esperanza
intempestiva, irracional,
omnívora.
La luz se rebela y huye,
una vez más,
y sólo nos queda buscar candiles
para no naufragar
en este viaje estéril.
Yo no sé seguir estrellas
ni baldosas amarillas,
pero canto cada día,
y desafino.
Rojo sobre blanco es metáfora
incandescente
y reverberante
de un fracaso que se atreve,
que es,
y que brilla.
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