contonear esas caderas
encandilando miradas
por la pasarela del olvido,
como una barbie de
trottoir.
Nadie sospecha tu vacío,
tus ganas de volar
tras cualquier sueño desvencijado,
que no sepa a pesadilla,
que no huela a insomnio.
El rimmel no oculta las heridas
que supuran hacia adentro.
Los flashes mutilan.
Tus bragas se subastan
y tú solo quieres llorar.
No son las niñas las que observan,
son los niños de cualquier edad,
ebrios de deseo,
enfermos de soledad,
dispuestos a perder un alma,
dispuestos a morir y matar.
Cierras los ojos. Abres las piernas.
Vivir es caro si
quieres soñar.
Las excusas huelen a rancio,
saben a viejo,
y has olvidado el verbo amar.
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