Uno es. A veces simplemente uno es, sí, pero… ¿qué? ¿Un breve espacio de tiempo? ¿Un cuerpo? ¿Un alma? ¿Un cuerpo y un alma? Y quizás dé igual.
Van
pasando los años que se disfrazan con caras de alumnos que poco a poco caducan
y se pierden tras sus trajes de hombres y mujeres de provecho. Como el mío.
¿Cuántas
Paula, Óscar, María? ¿Cuántos gritos y decepciones? ¿Cuántas alegrías y
carcajadas? Ya he perdido la cuenta.
¿Sirve
de algo esta brecha, este filo de la navaja que corta y desangra?
Ser
pregunta. Ser pregunta es la respuesta, y la respuesta es la nada.
Vuestras
caras estupefactas me indican, ahora, que es difícil de entender. Acaso
imposible. Es cierto. Os pido que me habléis de vosotros, de quiénes sois, de
vuestros sueños y vuestras pesadillas, de vuestros deseos, y yo, sin embargo,
permanezco en la indefinición, equidistante.
Y no
puede ser.
Soy
la palabra que blando, el deseo que impregno, el aire que exhalo.
Mírame
y dime: ¿es cierta mi sonrisa? ¿Ves amor? ¿Y humor? Todo está ahí, esperando
por tu mirada y tus ansias de saber. Mis ganas son tus ganas. Aprendo cuando
aprendes y cuando olvidas muero. Ese es mi sino. Esa mi condena.
Además,
escribo versos que cuentan la vida, la propia, la ajena. Y los vendo al peso.
Cuando
me mires no dudes, no sufras, no sientas compasión de mi loco empeño, soy un
hombre que escribe sin tinta en tu alma sus sueños.