viernes, 28 de octubre de 2016

Requiem por la poesía

Escúchame pulsando aquí.

El aire estaba detenido,
sólo el silencio se atrevía a levantar la voz,
insumiso,
para evitar la nada.

El tiempo se dilataba,
menguaba,
perdía su sentido,
consideraba el suicidio.

Las palabras yacían exangües,
ajenas a toda razón,
a toda lógica,
sin mano armada que las blandiese,
sin mano amada que las libase.

Los poetas ya no existen,
ya no existe la poesía
y sólo podemos imaginar otros mundos,
dejarnos embriagar
o engañar.

Vendimos a crédito la esperanza
por un único gramo de cordura
que sabe a cerrado
y huele a muerte.

Nos dejamos convencer y nos fuimos.

domingo, 23 de octubre de 2016

Los monstruos



Poco a poco, uno aprende a perder,
a conjurar la sonrisa
para no ahogarse en la pena,
a aprender a endurecerse,
a no dejarse querer.

Las derrotas se acumulan,
como el polvo
sobre una estantería vacía de trofeos
y de sueños
a la que procuras no mirar.

Las estrellas de pop languidecen,
junto con los futbolistas,
entre las raídas páginas de una carpeta ajada
que se pudre en un armario,
en un trastero,
esperando una mudanza,
una hoguera.

El amor era poesía,
apenas una moda adolescente
que pronto descubría su absurdo.
Un lenguaje ficticio.
Una herida abierta supurando
que duele como dos.

El amor era un contrato inquebrantable,
una palabra firme,
una mano tendida
a la que aferrarse,
cuando arrecia el temporal
y la niebla hechiza los caminos.

El amor era la excusa, nimia,
para no perder la custodia de nuestra esperanza,
para sobrevivir viviendo.

La soledad se impuso.
Llegó para henchir.
Se instaló.
Reveló todos los monstruos
y se fue,
dejando sólo vacío.

Ahora ya sabemos pisar
sin dejar huella.

Tracy Chapman


Los marcapáginas yacen
encima de la mesa,
mientras llora Tracy Chapman,
desprovistos de esperanza
lejos del amor
y lejos del azar.

La estampa es grotesca.
Los libros cerrados anuncian la muerte,
el triunfo del olvido.
Polvo eres y en polvo te convertirás,
profetizaban.
Ni eso.

Ahora hablaría de Heráclito,
pero no.
Mi palabra, mis sueños,
mi aliento y mi tiempo
importan,
no por palabra, aliento o tiempo,
que también,
mas por míos.

Mi palabra repetida con denuedo,
mis versos, que exudan apatía
y tristeza
pero ocultan pasión
por el hombre y su ruina,
por sus sueños y anhelos,
por tu vida y mi vida,
se abren paso,
a pesar de no pesar,
de no importar nada
de nada.

No trascendemos.
Nos rodea la tiranía de la felicidad.
Cómo ser genial en cinco pasos.
Cómo triunfar en cien recetas.
Cómo follar en cinco minutos.
Y gracias.

No me mires si no te vas a acercar.
No me leas si no te vas a mojar.
Háblame.
Siénteme.
O multiplícate por cero.

No voy a negar la impostura,
a estas alturas,
pero jugamos
o nos perdemos la partida.

sábado, 22 de octubre de 2016

Del deseo

Busco la memoria de tu cuerpo,
apenas vislumbrado en las orillas
de una consciencia traidora,
empeñada en desdibujar los contornos
de un deseo mayúsculo
y minúsculo.
Juego a inventarte desnuda,
a mordisquear los anhelos
que esperan por tu ropa,
en el suelo,
a los pies de mi cama
y mis pecados.
Viajo impenitente ávido de saber,
buscando un cuerpo que no envenene,
que recoja y siembre
versos y besos
que sepan perdonar mi osadía.
(¿Qué nos vamos a contar acerca del deseo?)

lunes, 17 de octubre de 2016

El vuelo

[Ejercicio de creación en el aula con alumnos de 3ºESO. Suelo hacer lo que les pido. La excusa para el texto es el videoclip de la canción Tiempo Futuro, de Eladio & los Seres Queridos, un brillante grupo de esta ciudad, a la que siempre volver para mirar el horizonte y aprender a volar.]



Amo volar. Me hace sentir libre. Es fácil y complejo. Primero tomas carrerilla, no demasiado, cansarse no es una buena opción, después extiendes las alas en toda tu envergadura, golpeas el aire un par de veces y… ¡hale hop, estás en el aire!

El mundo se ve diferente desde arriba. Me gusta y suelo hacer el mismo recorrido, una y otra vez y, sin embargo, siempre es un recorrido diferente, siempre hay algo nuevo que descubrir, un detalle nunca visto ante el que asombrarse.

Ayer, por ejemplo, cuando me desperté, aturdido y rodeado por el alboroto incesante de la colonia, decidí huir de los graznidos. Di un par de vueltas amplias sobre las Illas Cíes, como para comprobar que dejaba el hogar en orden y puse rumbo a Vigo que, a esa hora de la mañana despertaba fantasmagórica entre la bruma marina. Volaba despreocupadamente sobre la ría cuando, de repente, escuché un temible bocinazo y una enorme mole blanca apareció de la nada ante mi pico. Casi tengo un choque frontal fatal contra un edificio flotante. Afortunadamente pude rectificar a tiempo y salvar mis plumas, por los pelos… Eso sí, como podréis imaginar, mi venganza fue despiadada. Concentré todo el ácido corrosivo que pude, apunté, apreté y… ¡zasca! Directo al puente de mando. Después hice un vuelo rasante para comprobar mi puntería: el parabrisas había sufrido mi ira, ¡soy todo un francotirador!

La aventura me había abierto el apetito, así que me acerqué raudo al puerto. En la lonja siempre hay abundancia de restos deliciosos con que llenar el gaznate. Me puse las botas y me retiré a descansar a una farola del centro, a observar la ciudad bullir.

Mientras dormitaba presencié una escena que volvió a despertar, una vez más, mi alma de superhéroe. Unos adolescentes malcriados estaban metiéndose con un pobre perro callejero en la zona de la Praza da Estrela. Odio que se maltrate a los animales. No pude no hacer nada. Tomé altura, dejé después caer mi cuerpo en picado, preparé mi cloaca y… ¡bingo! ¡En toda la cabeza! ¡Y al más chulo! ¡Soy un as de la aviación!

Tras tanta acción necesitaba relajarme, y para relajarme, nada mejor que el vuelo. Fui creando círculos sobre la ciudad, espirales, dodecaedros en el aire y, al mismo tiempo observaba la ciudad, que rebosaba vida: niños que salían de edificios como fábricas, felices por su ansiada libertad; jubilados dando su ok a obras interminables (¿estarán construyendo Abu-Simbel?); hombres y mujeres de negocios siempre con prisas y siempre sin ojos; coches incesantes y apabullantes que no saben dónde van, dónde ir; miles de personas que hacen y deshacen su vida por las calles de Vigo, sin sospechar que, desde arriba, alguien les mira, y sonríen.


Y yo también sonrío.