a descubrirme en ti,
a cantar canciones infantiles,
y a huir del redil
al mínimo descuido.
A imaginarme siendo tú,
sin ser tú.
Vine a descubrir la lluvia
poniéndome debajo,
mojándome la entraña,
a bailar con la lumbre
para secar un alma
que apostar a doble o nada,
y perder,
ensayando la impostura
de pretender ser alguien.
Además vi el mar,
que me esperaba con mis dudas,
que iba y venía
sin más destino que la inercia
y el olvido.
Bailamos juntos un instante
en la orilla,
rozando la eternidad
cogidos de la mano.
Y luego te fuiste
tras descubrir tu lluvia, tu mar y tu fuego.
Vine vacío,
y desnudo.
No tengo ni el aire que hurto
para repetir,
una vez más,
el mismo verso terco
que ya no dice nada.
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