libidinoso,
las aceras desconchadas
de esta noche de arrabal,
húmeda en su entraña,
y cálida de humanidad.
Los pocos transeúntes
huyen de los rincones
mal iluminados,
dónde florece la vida
y las sombras regalan
nichos de amor intempestivo
y fugaz,
como tú
y como yo.
Nos buscamos a tientas
con la infructuosa esperanza
de encontrarnos,
y no.
La noche nos niega.
La noche nos ciega.
Y no.
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