Ya se escucha el galopar de los caballos.
Las huestes enemigas se intuyen
y te afanas en parapetar los sueños.
Cabe la soberbia de aquilatar la palabra
y perderse en su gloria,
efímera y sabrosa,
y aplaudirse hasta el orgasmo,
siempre precoz.
Cabe la lujuria multiplicada
entre tus piernas,
y tus piernas,
y tus piernas,
en un afán
que tampoco tiene fin.
Cabe el deseo de devorar,
de atesorar,
de cercenar el tiempo
y acumular instantes
precisos
y
preciosos.
Cabe una palabra: Rosebud.
Cabe esperar un final.
Sueños blancos como el papel inodoro
que emborronas
haciendo vox populi
de tus miserias.
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