lunes, 13 de junio de 2016

Sin palabras

[Los versos en cursiva pertenecen al poema "La inmortalidad", de Luis García Montero, uno de los poemas que posiblemente haya marcado más mi manera de entender la comunicación poética. Vaya a modo de agradecimiento. Estoy seguro de que no le molestara que use sus palabras, tan de todos.]



Me acostaba cada noche
buscando una palabra
brutal y clandestina
que se clavara en tu pecho.

Una palabra que fuese tan poesía
que apenas rozarla enamorase.
Una lágrima que rebose tristeza.
Un embrión de todo.

Buscaban salida los miedos
disfrazados de golondrina,
de espejo que siempre mira más allá,
de oscuros presagios
y estertores.
Y no existía.

Leímos juntos que “la luz es siempre fugitiva
sobre la oscuridad,
un resplandor en medio del vacío.”
Y tuvimos miedo de doblar la esquina
y sabernos solos.
O peor aún, de doblar la esquina
y sabernos rodeados.

Las voces lejanas se retuercen
y se hacen voz propia,
más ajada,
menos elegante.
Ya áspera y sentimental.

Desperté esta mañana,
mudo y solo,
para descubrir que “la noche fue,
como el vacío,
un resplandor oscuro en medio de la luz”,
que todas las metáforas se apagan
si cierras los ojos,
si aprietas los labios.

Que es absurdo vivir buscando palabras.


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