La última letanía se apaga.
Los murmullos de las comadres van cesando
y te quedas solo,
absorto en un dolor que ya no duele,
desvencijado y adusto.
Ni aprendimos a lamentar el pasado
ni la esperanza en un futuro brillante brilla,
y un presente sin sal se impone,
un mar sin mareas.
Pronto escribirás tu último verso,
de nuevo redundante,
y una pátina de silencio
cubrirá eternamente la existencia,
efímera e intrascendente,
de una palabra que nunca fue tuya,
que siempre sobró.
Pronto,
más pronto que tarde.
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