viernes, 26 de febrero de 2016

Hijos del absurdo

Resbala el tiempo poco a poco
por un rostro
que ya no se queja
ni se pudre,
permanencia de aire
y de nieve
elevada al altar
iridiscente de la decadencia,
absurdos impenetrables
que nos definen.
Mientras tanto nada parece
muy importante
salvo
quizá
una inanición mesiánica
la víspera de la parca,
un sonámbulo deseo
de vacío que redima.

El fulgor fue tan efímero
como las sombras
que destila el silencio,
tan terco como la nada.

Ni supimos ni pudimos ser mejores,
y realmente nos dio igual.

Ya apostamos, y perdimos.
Sedujimos la impostura
malversando nuestra exigua dosis de fe,
y sólo atendemos besar el olvido.

1 comentario:

  1. Del mismo modo que su vida transcurre exenta de tiempo y de juicio, la cara que ya no envejece revive en su rostro cuando los ojos se detienen ante un presente que es testigo vivo de lo que un día fue. Su cuerpo se funde en el abrazo que sostiene la certeza de que no caerá en los brazos de tu olvido.
    Un sentimiento muy gráfico y profundo; muy hermoso. Un abrazo grande, Álvaro.

    ResponderEliminar