viernes, 26 de febrero de 2016

Hijos del absurdo

Resbala el tiempo poco a poco
por un rostro
que ya no se queja
ni se pudre,
permanencia de aire
y de nieve
elevada al altar
iridiscente de la decadencia,
absurdos impenetrables
que nos definen.
Mientras tanto nada parece
muy importante
salvo
quizá
una inanición mesiánica
la víspera de la parca,
un sonámbulo deseo
de vacío que redima.

El fulgor fue tan efímero
como las sombras
que destila el silencio,
tan terco como la nada.

Ni supimos ni pudimos ser mejores,
y realmente nos dio igual.

Ya apostamos, y perdimos.
Sedujimos la impostura
malversando nuestra exigua dosis de fe,
y sólo atendemos besar el olvido.

domingo, 21 de febrero de 2016

Verdugos

No me vendes los ojos,
no me hurtes la mirada.
Esta vez quiero ser cómplice
y ver cómo me matas.
Yo también sé ser verdugo.

Para qué llorar,
si no somos más que arte
que niega lo que grita,
profetas silenciosos
de un mañana que cercena,
versos condenados al delirio.

Ambos sabemos que los dioses
han de callar.
Sonreirán desde su olimpo imposible.
Impasibles.

Nuestro es el decoro
y la dicha de la muerte.
El amor y su luna.
El último aliento,
que tejemos inconscientes
de que realmente nos envidian.

Nuestro es este instante que agoniza
ufano
y se repite
inclemente.

Las lágrimas que vertemos,
el amor y el dolor de cada día,
de cada pedacito de día.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Pronto

La última letanía se apaga.
Los murmullos de las comadres van cesando
y te quedas solo,
absorto en un dolor que ya no duele,
desvencijado y adusto.

Ni aprendimos a lamentar el pasado
ni la esperanza en un futuro brillante brilla,
y un presente sin sal se impone,
un mar sin mareas.

Pronto escribirás tu último verso,
de nuevo redundante,
y una pátina de silencio
cubrirá eternamente la existencia,
efímera e intrascendente,
de una palabra que nunca fue tuya,
que siempre sobró.

Pronto,
más pronto que tarde.

lunes, 8 de febrero de 2016

El pasillo

El aire flota pervirtiendo el momento extático
de la definitiva rendición,
evohe, evohe,
y solo un jadeo extraño y lejano
interrumpe la soledad,
como un río que fluye y ensimisma,
partiéndote en dos.

No vinimos a quedarnos,
eso lo sé,
el tiempo no se atesora
y los domingos queman.

Las paredes son lienzos o patíbulos,
las palabras son heridas
siempre propias,
consentidas sin sentido.
La poesía una manera de callar.

La necia realidad se impone,
Leporello.

Las puertas cerradas ocultan sueños,
bailes a medianoche
y besos con sal,
y el pasillo se extiende,
largo y oscuro ante nosotros,
ávido y obcecado.

Y ya sin tiempo,
Leporello,
sólo nosotros podemos ser,
hasta que se cumpla el plazo,
hasta que la deuda se pague.