lunes, 25 de enero de 2016

Amanecer

Celebramos el aire que amamanta
y persevera
a pesar de la audaz obstinación
de los suicidas impenitentes
que niegan,
niegan,
niegan
hasta el silencio que atormenta,
que niega respuestas
y pare preguntas
asesinas.
No tenemos miedo.
El aire nos rodea y respiramos.
Amanece y nacemos,
tenemos calma,
tenemos paciencia.

Yo conjuro un mundo nuevo
en el que sí sepamos
observarnos,
ser abrigo contra el frío,
ser amor para las almas,
despojadas de fe,
insumisas al hastío.

Vendrán tiempos peores
y no sabremos qué decir,
qué palabras serán consuelo,
y de quién.

Y no tenemos miedo.
Ya estuvimos muertos,
y los muertos no lloran en su entierro.
Y elegimos vivir,
con los ojos abiertos
para poder mantenernos la mirada,
con las manos enlazadas,
con los pies en el suelo,
los sueños en el cielo
y la cabeza muy alta.

Vendrán tiempos mejores.
Caerán muros y fronteras,
y levantaremos puentes.
Serán cómplices
los silencios hoy traidores.

martes, 12 de enero de 2016

Morir por amor

La última sombra envilece el paisaje
y los relojes de arena se apagan.
El silencio impera sepulcral
a pesar de los nudos, marineros,
que atenazan el estómago
y ahogan la garganta.
El alma se derrama a borbotones.

Ya sabemos besar el suelo
y comer tierra;
conocemos la inercia y sus absurdos,
y el abismo,
y el tropiezo.
Y la sangre que nos empapa.
Ser esclavo de uno mismo es la condena,
nuestra condición necesaria.

No seremos los que somos,
los que fuimos.
Cierro los ojos y tiemblo.
El terror nace de dentro e invade,
sin resistencia.

Cada uno vive su infierno,
cava su tumba
y muere.

¿Quién eres? ¿Quién soy?
Y no hay respuesta que nos sirva.

No me obligues a matarme.
No quiero morir por amor.

sábado, 2 de enero de 2016

Raquel

Hoy quiero ser yo,
ahora que nadie me lee,
y devolverte una sonrisa
que ayer olvidaste a mi lado.

No te veo,
mas te siento latir y derramar,
parapetada en un mundo
que es mío por deseo,
que modelas
haciéndome un hueco
en tu vientre desnudo
y loco de amar.
Y te quiero.

No escondo mis manos vacías,
extraviadas sin tus pechos,
dibujando tu ausencia en el aire,
abrazado a un sueño.

Ni somos relojes de arena
ni podemos perder un tiempo
que solo existe por nosotros.
No se puede huir del deseo.

Nunca Don Juan fue tan hombre,
nunca rindió culto a la verdad
como cuando pronunció tu nombre
y se dejó matar.

Aprendemos el amor cada día,
y empezamos a penas a ser,
y siendo nos sentimos
y velamos nuestro ayer.

Nacer es un terror,
y nacemos todavía.