Las palabras flotan en el aire,
repitiendo un silencio estridente
que rebota,
que explota y enajena la mentira.
No respiramos,
no sabemos soñar
ni evitar el tiempo.
Las luces titilan
y se apagan.
Ni vemos ni nos ven,
pero no somos transparentes,
no somos sordos,
no somos mudos
y a pesar de todo
nos buscamos,
palpamos el vacío
con la absurda querencia
de existir,
de existirnos
y no hacernos daño.
Ya no lloramos,
sin embargo las lágrimas
colman nuestra sed.
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