Te vi.
Esperabas desde siempre
ante el zaguán de mi puerta,
de pie,
enarbolando una sonrisa
consciente y triunfante.
Lo supe.
Todos los lamentos
se vistieron de luto
y entonaron un mea
culpa,
sabiéndose inservibles.
El tiempo,
ese muerto de hambre,
pierde aceite y se disloca
agrio en la duda,
vacilante,
entre un presente histórico
y un futuro perfecto.
Todos los espejos deforman.
Ser es un naufragio mientras el mundo arde,
y todos, todos zozobramos,
luchamos, boqueamos y perdemos el aire,
insumisos, indefensos.
También los héroes fracasan
cuando se enfrentan al fiero enemigo
que habita sus pechos,
que lleva sus nombres
y alimenta sus egos.
Y todos somos héroes.
Te vi. Lo supe.
Te quiero.