sábado, 31 de octubre de 2015

Río Miseria

Sólo sé que tengo miedo
y cada paso desgarra mi alma
con el silencio cómplice de dios.
Camino con los ojos cerrados
para intentar no ver el precipicio,
que se frota las manos.
Ni las aguas de este mar se abren
ni hay profeta que prometa
sin plata de por medio,
y la plata no se come,
la plata no se come.
Las ilusiones van muriendo en las cunetas,
y se quedan allí, sin más,
con los ojos bien fijos, muy abiertos,
buscando un recuerdo lejano y cercano.
Somos un río de miseria,
agua sucia que nadie quiere en su playa,
materia fecal.
Los pies han dejado de doler
pero el alma se desangra.
No hay destino en este viaje sin retorno,
ya nunca seremos los que fuimos.

sábado, 24 de octubre de 2015

Desaliento

Casi siempre te sonrío a pesar del dolor,
no hoy.
El tiempo hace de las suyas y dilata el espacio.
Ya nada se parece a nada,
todo es nuevo e incierto.

Las rutinas boquean entre estertores
mientras aprendemos a no soñar en voz alta,
a derribar los muros de la comprensión
y aceptar la locura como condición necesaria
para una existencia que pueda decir algo
que merezca ser escuchado.

A veces supimos querernos.
A veces no.

El polvo acumulado ahoga cuando sopla el viento
y se anuda terco en la garganta
que calla quedamente mis tequiero clandestinos.

Toda la arena de este desierto sin oasis
se escurre inexorable hacia la nada,
una nada que envilece.

El poema mismo se diluye
a medida que el recuerdo vívido
toma la palabra y se emancipa
reclamando su parte del pastel,
ejerciendo su amarga tiranía.

Esta lágrima también es amor
que se seca en la alfombra,
esperando una esperanza.

viernes, 23 de octubre de 2015

El encuentro

El camino no siempre es fácil, a menudo encontramos obstáculos que nos hacen dudar, que nos impiden avanzar, y, por un momento, permanecemos inmóviles, atenazados por las dudas, a ralentí.
Aquel día nada parecía presagiar el funesto final. La mañana había despertado luminosa y cálida, el sol invitaba a una fiesta continua. Peter estaba de buen humor, lo sé porque siempre tararea la misma canción cuando esto sucede: la versión más bonita y sentida de My Way, en la voz enlatada de Nina Simone.
Acudimos al centro y, excepcionalmente, tuvimos sesión de chapa y pintura. Él acudió a su barbero preferido en Manhattan, se hizo lustrar los zapatos en Broadway, recogió su traje más elegante en la tintorería Imperatore y compró unos excelentes bombones de chocolate belga en Leonidas-L’amour fou. Tras mi sesión de aceite y masaje se unió a mí, pasamos por la estación de servicio antes de recoger un poco ortodoxo ramo de lirios y amapolas, y volvimos a casa. Durante todo ese tiempo My Way sonaba de manera perenne. Yo estaba entusiasmado, cuando Peter estaba así de radiante yo sabía que algo bueno iba a suceder.
Peter subió al apartamento y yo le esperé junto al portal, tomando el sol y escuchando el dulce trinar de los pájaros, rezando porque a ninguno se le ocurriera estrenar mi mal humor con su puntería escatológica. Cuando Peter regresó, un par de horas después, iba impecablemente vestido. El traje le hacía parecer Paul Newman, ¡qué hombre! ¡Y su sonrisa… el universo entero brillaba reflejado en sus dientes inmaculados!
Corrimos por las calles de la ciudad y Nina Simone atronaba a los viandantes, que sonreían al intuir la felicidad que íbamos regalando a nuestro paso. Peter conducía ágilmente, avanzando en zigzag entre los tristes automóviles que circulaban sin sentido. La carretera era nuestra.
Cuando llegamos a la 5ª con Park Av. nos detuvimos en doble fila. Peter estaba exultante. Descendió y se ausentó un instante. Se acercó a un portal próximo y escuché vagamente como una voz de mujer decía:
—… ya bajo…

Había algo extraño en aquella voz, un deje melancólico que anunciaba un desenlace trágico e inesperado. Peter volvió a entrar y encendió un cigarrillo. A mí no me gusta el humo, deja un hedor insoportable en mi tapicería. Justo en el momento en que llegaba la apoteosis al piano de Nina, sentí un golpe seco y mortal. Me encogí por el dolor retorciéndome hasta quedar hecho un amasijo de hierros. La mujer finalmente había bajado y, por fin, ambos estaban juntos.

lunes, 12 de octubre de 2015

Minotauros personales

Doblar una esquina.
Doblar otra esquina.
Otra esquina más.
En eso consiste un laberinto.
El minotauro espera.

Las paredes no permiten ver
y no permiten verte.
Los ladrillos son recuerdos
que crecen y alejan el cielo.

Sobre los muros blancos
se proyecta mi vida,
la que fue,
y la que no pudo ser.

Me duelen los pies
de tanta senda sin sentido,
de tanto carácter y destino.

El camino va quedando atrás,
transitado eternamente,
y delante un lienzo,
una hoja en blanco preñada de horror vacui,
una apuesta a doble o nada
por seguir siendo yo mismo.

He dejado de correr tras el eco de tus pasos
que aún así resuenan e inundan,
ahogan el silencio.
Correr tras un recuerdo es un suicidio.
Aprendo a vivir con ellos,
acompasando mi corazón a tus silencios,
bebiendo solo,
brindando por tu ausencia y por mi exceso.

Camino sereno.
Sé que estás lejos,
doblando tus esquinas de mármol,
con tu propio minotauro al acecho,
valiente y loca. Sobreviviendo.



domingo, 11 de octubre de 2015

Sin embargo, tú

Me he quedado de nuevo absorto en el aire,
contando sueños transparentes,
jugando a ser yo,
muriendo solo los domingos que agonizan
empapados de gris y silencio quebradizo.

Los tambores de guerra resuenan desde dentro
y marcan un paso imposible.
Imposible no caer,
no besar el suelo nuevamente,
para descubrir el sabor de una sangre y una tierra
amada y agridulce, mía y de nadie.

Da igual.
Fracasa otra vez.
Da igual.
Fracasa mejor.

Pero no da igual.
Nunca ha dado igual.
Cada cicatriz cambia tu cara
y cambia tu alma.
Todos los golpes son bajos
y siempre duelen más.

Yo nunca quise vivir para siempre,
es aterradora la inmortalidad,
solo aquí,
solo ahora,
no existe más allá.

No iremos al parque con los críos,
no bendeciremos con nuestro amor al tedio
ni seremos dos amantes en época de celo.
No miraremos las esquelas los domingos.

Y, sin embargo, muero por verte.

miércoles, 7 de octubre de 2015

El mundo bajo el mar

Braceas entre la muchedumbre
buscando un sitio que permita respirar
y no encuentras más que alambre.
Y el abismo.

Cada instante es un juicio,
y solo es cuestión de tiempo
sacar en suerte ser culpable.
Y la pena siempre es capital.

Nadie nos enseñó funambulismo
y nos marean las alturas.

El camino no existe más allá
de aquí,
de ahora,
nuestras huellas se pierden
y las palabras se secan
en el cielo del paladar,
insípidas.

Las metáforas son también disfraz
de un amor infatigable
por seguir buscando el mundo
bajo el mar,
intoxicados por cantos de cisne y de sirena,
absurdamente dispuestos al naufragio.

Cierra los ojos gritando
¡Gerónimo!
y decide avanzar otro paso
aún perseguido por unas dudas
que enseñan los dientes,
que exhiben sus fauces.

Vivir es cosa de locos y valientes.

sábado, 3 de octubre de 2015

Cuento con moraleja

En su último viaje,
Gulliver se visitó a sí mismo
y no supo volver.
Alicia descubrió los espejos
y Peter Pan las canas,
una por cada sueño derrotado.
Ya ni el Coco se aferra a la existencia.

Las historias nunca empiezan
érase una vez…
y las perdices están caras en el mercado.

Luchar contra el tiempo
con una espada láser invisible
es causa cervantina,
una muerte cierta
y el ridículo,
a pesar de la ternura
que inspira ser lunático
y vagamundo.

¿Cuándo llegamos?
¿Falta mucho aún?
Sin darte cuenta que se escapa lentamente
tras un flautista cruel e inexorable
del que nunca vimos la cara.

Pronto este cuento habrá acabado
y no seremos más que moraleja.

Un mundo condensado en una frase,
escrita en piedra:

Requiescat in pace