Había besado todas las bocas…
pero no sabía besar.
Coleccionaba recuerdos pecados
que ya ni siquiera atormentaban,
que eran nomás un vestigio
de guerras perdidas antaño.
Ahora se puede decir:
no es más hombre el que más mata,
son los héroes los que mueren
con sabor a quimera en los labios
y a sangre desvalida.
(Atreverse a saber
o
atreverse a morir.)
Ahora,
en este instante inmarcesible
y lúcido,
es tiempo de decir y reivindicar
el desamparo que engendra la soledad,
de venderse a un satán mínimo,
de crearse y creerse una verdad.
Solo le dijeron que no sabía besar.
Y les creyó.
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