El mar sonríe al fondo,
los paisajes idílicos se sonrojan,
y por la carretera de la costa
circula un descapotable rojo.
Dos amantes se aman,
derrapan en la curvas,
se detienen y se usan,
se sostienen las miradas.
La vida reluce perfecta
y las gaviotas se olvidan de cagar.
Descubrirse en un eterno invierno,
deseando fantasías pasajeras,
rimando con la nada,
es inevitable.
Sobrevivir es aprender a naufragar sueños
ajenos,
es boquear a pierna suelta,
es derramarse para nada,
es inevitable.
De momento.
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