lunes, 30 de marzo de 2015

Mi reloj dice ahora

"Ahora que..."
Joaquín Sabina

Todos los relojes atrasan o adelantan,
excepto el mío,
que ofrece mi hora exacta.

Yo me despierto a tiempo cada mañana,
siempre virgen y dispuesto
con mi zurdo pie derecho
embotado de alegría y ebrio de ganas.

Nunca ando con retraso,
tarde lo que tarde
sé bien que el día arde
imperioso en cada ocaso.

Como cuando tengo hambre
-y comida-,
bebo cuando tengo sed
-y dinero-,
y el amor es una excusa,
impostada,
literaria,
arrabalera,
para intentar seguir viviendo.

Mi reloj me dice ahora,
que en la estación de las dudas
muere un tren de cercanías,
es ahora o es nunca.


lunes, 23 de marzo de 2015

EL PROFESOR



Ser un fantasma es fácil. Es fácil ser el miedo reflejado en sesenta ojos escrutadores, sesenta ojos implacables que esperan una palabra amable, o el infierno.

Soy el profesor. El que construye una ignorancia particular e intransferible. El señor del tiempo.

Y sin embargo el tiempo se me huye. Veo cómo poco a poco, invariablemente, las caras se diluyen en un caos de sinsentidos. Naufrago una y otra vez rodeado de absurdas calificaciones, enfrentado al fracaso ajeno y propio al tiempo.

Y lloro.

Y cada lágrima tiene nombre, un nombre de hoja caduca, un miguel que ya no es y es sergio o manuel, o maría, carmen o alicia, un continuo de esperanzas y sueños que se repiten sin freno.

Y todos, todos, se van con sus sueños a otra parte. Y yo me quedo, y los observo.

¿Y mis sueños? ¿Dónde están mis sueños? ¿Dónde el poeta que vomitaba palabras? ¿Dónde el inventor de historias siempre gratas? Él voló. Se fue sin dejar noticia.


Ahora solo queda el vividor de sueños ajenos, el que grita verdades de mentira y se aplica, con denuedo, a soñar con vosotros vuestros sueños.

martes, 3 de marzo de 2015

Carretera de la costa

El mar sonríe al fondo,
los paisajes idílicos se sonrojan,
y por la carretera de la costa
circula un descapotable rojo.

Dos amantes se aman,
derrapan en la curvas,
se detienen y se usan,
se sostienen las miradas.

La vida reluce perfecta
y las gaviotas se olvidan de cagar.

Descubrirse en un eterno invierno,
deseando fantasías pasajeras,
rimando con la nada,
es inevitable.

Sobrevivir es aprender a naufragar sueños ajenos,
es boquear a pierna suelta,
es derramarse para nada,
es inevitable.

De momento.


Cuestión de fe

En los ignotos tiempos del edén
no sabíamos correr ni sabíamos gritar,
todo era incomprensible y fácil,
una excusa para dios.

Aprender la desbarbarie es duro e infructuoso,
una empresa para héroes que nunca existieron
más allá de nuestra imaginación
estrecha o maltrecha,
ducha en impostura.

Las palabras son solo excusas,
y se diluyen escas de sent,
se alejan
y se acercan
y mueren de inanición.
Como las gargantas y los sueños.

No sabemos correr porque no hay lugar adónde huir
cuando se escapa de uno mismo;
no quisimos aprender a gritar
para no escuchar el eco de la miseria que nos alimenta.
Observamos atónitos.
Parasitamos atónitos.
Aniquilamos atónitos.

Y de repente, sin aviso previo,
retorna la fe y nos cerca,
clamando venganza.

Y atónitos regresamos al redil.