domingo, 25 de enero de 2015

Confesión

Admito los rugidos de un león alado
solo en su roca,
rey de nada.
Admito los jugos del deseo,
la inercia de la tristeza
y la palabra que sangra.

La oscuridad se instala y pierdes referencias,
y te encomiendas a un recuerdo que traiciona,
que malvende tu esperanza a un silencio
que te encierra en lo más hondo de tu piel.

Solo los valientes sienten miedo
cuando se enfrentan a sí mismos,
seguros de morder el polvo y las entrañas.

Fracaso. Fracaso otra vez, y vuelvo a fracasar.
Pero nunca fracaso mejor y la piel me arde
devolviéndome una imagen más gris
que visto de colores, por evitar el suicidio.

La bohemia, la impostura, la poesía
y un espíritu de holandés errante,
un abismo personal,
un infierno elegante,
la huida del que mira el mundo desde las afueras,
absorto, como todos, en su propia pesadilla,
vacunado contra utopías y quimeras.


5 comentarios:

  1. Ay del poeta que no batalla contra su propia impostura,
    que no se mece en el abismo doliente, camino errante o locura.
    Ay del poeta que no hunde sus manos en la tinta que arde,
    de su propia piel las heridas o de su alma la oscura tarde.
    *Profundo y hermoso, un fuerte abrazo Álvaro*

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    1. La impostura es lo más propio,
      lo más urgente,
      la metáfora más pura.
      Pero el infierno existe y respira.
      Y la sangre siempre es roja,
      nunca es tinta.
      -Otro abrazo para ti compañera-

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  2. fracasar es solo un nombre para ganar experiencia....
    Paz
    Isaac

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    1. Quizá... pero quizá, inversamente, experiencia sea el nombre, rimbombante y ampuloso, que damos a nuestros fracasos...

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    2. Muy buena esta apreciación.

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