domingo, 20 de diciembre de 2015

Jovencito Frankenstein

Inventarse un motivo para volver a coser el alma
al cuerpo
y no rendirse al desamparo
de un fracaso que redime
es nuestro pan de cada día,
nuestro
dánosle hoy.

¿Has visto Jovencito Frankenstein?
Todos somos un poco monstruos,
incapaces de ternura,
manantiales de ternura.
Una absurda paradoja.

Menudo par de aldabas,
y no huyo a la sonrisa
que dibuja tu sonrisa.

Remendamos nuestros sueños paso a paso,
en las noches que solo ofrecen recuerdos
tenues,
alambicados,
sin lumbre.
Rellenamos los vacíos de palabras
que siempre siempre son traición,
que son suicidio.
Oreamos la angustia.

Los parches tapan agujeros
por los que se te escapa la vida
y se escapa el tiempo,
mientras seguimos adelante,
más serenos y conscientes.
Hechos jirones.

La turba observa,
ávida de sangre,
dispuesta al canibalismo.

El corazón no está de moda,
piensa la bestia
ensayando una sonrisa
que solo puede ser llanto.

Y todos los relojes anuncian la muerte.


sábado, 5 de diciembre de 2015

Cuentos infantiles

a Naia,
con una voluntad de hierro…


No te duermas todavía,
la noche aún puede esperar.
Que espere,
mientras nosotros multiplicamos los cuentos.

Érase una vez el mundo,
embrión de todo y nada,
un continuo ir y venir de seres insondables,
inefables e inexactos,
cientos de miles de tú como tú,
absurdos e innombrables.

Érase una vez la risa
que, agazapada en cualquier esquina,
inventa instantes eternos
para llenar un tiempo incierto.
La misma risa que dibuja en tu cara
un presente ajeno al qué vendrá.
El antídoto del miedo.

Érase una vez la ausencia,
que siempre acude puntual a sus citas.
Sus besos son dulces y crueles
cuando llega y te acaricia,
cuando se instala y te recuerda el olvido,
y te regala una lágrima.

Érase una vez el llanto
que aparece como la lluvia,
que a veces es torrente y anega,
segando verde y pintando grises
cada vez más negros…
pero lluvia que nutre,
lluvia que riega,
agua salada que diluye la pena
y la asume,
aunque envenena,
propia en el pecho.

Érase una vez el amor
que se ofrece a cada paso
sin buscar ninguna excusa,
porque sí,
porque se basta a sí mismo.
Y se viste de juego y asombro,
se disfraza de promesa eterna,
de bagatela que se desecha,
de arco y de flecha,
de primavera y otoño.
Y aún te acompaña,
perenne y esquivo,
como el aire que sigues respirando.

Érase una vez la vida,
con su cara y con sus cruces,
apretando hasta la asfixia,
inoportuna, irredenta.
Una vida que no nos hace mejores,
ni más sabios,
ni más fuertes.
Pero seguimos en pie,
seguimos luchando,
ávidos de cuentos infantiles
que aseguran
que al final
fuimos felices.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Todos somos héroes

Te vi.
Esperabas desde siempre
ante el zaguán de mi puerta,
de pie,
enarbolando una sonrisa
consciente y triunfante.

Lo supe.
Todos los lamentos
se vistieron de luto
y entonaron un mea culpa,
sabiéndose inservibles.

El tiempo,
ese muerto de hambre,
pierde aceite y se disloca
agrio en la duda,
vacilante,
entre un presente histórico
y un futuro perfecto.

Todos los espejos deforman.

Ser es un naufragio mientras el mundo arde,
y todos, todos zozobramos,
luchamos, boqueamos y perdemos el aire,
insumisos, indefensos.

También los héroes fracasan
cuando se enfrentan al fiero enemigo
que habita sus pechos,
que lleva sus nombres
y alimenta sus egos.
Y todos somos héroes.

Te vi. Lo supe.
Te quiero.

viernes, 20 de noviembre de 2015

La saliva

Escúchame pulsando aquí.

La saliva apenas humedece la garganta
cuando lloras,
en el fatídico momento de consagrar la soledad
y la verdad del yo,
ese hipócrita asesino
que te mira de reojo.

El croupier baraja las cartas
y nosotros jugamos a ciegas,
a tientas,
a sabiendas
de que la banca siempre gana,
y solo nos queda envidar,
o enviudar.

La chimenea vierte su vómito de humo.
Quizá quema este otoño salvaje.
Quizá arde
y los rescoldos ya no templan las almas en pena,
las penas que vagan,
cogidas de una mano imaginada,
por las calles que siempre se llaman tristeza,
que siempre huelen a melancolía
y a cerrado, por derribo.

La música acompaña las miradas
que bailan ensimismadas,
urdiendo lazos de aire
que se quieren eternos.
El amor no conoce la humildad.
El amor detesta la cordura.
Toda sentencia es falacia,
nosotros no aprendimos a ser jueces.
Nuestra ley es el perdón.

La saliva apenas humedece la garganta
cuando hablas
y dices,
verso a verso,
lo que sientes decir.


miércoles, 11 de noviembre de 2015

No pasa nada

Recuerda: no pasa nada.
Aunque la luna no salga esta noche
a custodiar los insomnes amores
de aquellos que anhelan;
aunque no haya consuelo
que distraiga un efímero instante
esta distancia aterradora;
aunque yo no te tenga,
no pasa nada.

Lentamente,
sin sacralizar la palabra vana y puta,
manteniendo la observancia a la bohemia,
enfrascado en batallas clandestinas,
en guerras sempiternas,
va uno aprendiendo a ser poeta,
a ser humano,
y no pasa nada.

Sé que sueñas en voz baja,
mientras tejes historias de abuela
que ha vivido demasiado
y demasiado ha vivido.
Sé que adelgazas tus palabras
que sabes que se clavan como dagas,
que sabes que desangran,
y, créeme, no pasa nada.

Aprenderemos, poco a poco, a subsistir
huérfanos de ilusiones que florezcan,
a regalarnos humo y silencio compartido,
a sonreír, por no llorar amargamente,
y no pasará nada.

Y no, no pasa nada,
no pasa nada si confieso que te amo.