Reverberan los gemidos en una habitación
vacía,
sin cuadros ni ventanas,
y crece lo prohibido,
como una enredadera decorando interiores.
Prohibido soñar con cuerpos desnudos,
con dedos de sal,
con cuellos de limón,
y labios de tequila.
Son las nueve. La hora colacao.
La hora de comerse las ganas
viendo las noticias,
de ser convencional.
Y no.
Estoy sola y bailo para mí.
Yo soy la princesa de este cuento,
aunque no quiera,
aunque me duela,
y me niego a ser patito feo,
estoy sola,
y bailo para mí.
Me desnudo ante el espejo,
me imagino deseándome,
mostrándome libre,
y la rabia me consume,
entre la angustia y el placer.
Un último suspiro basta
para derribar las fronteras de la
corrección,
y abandonarse,
por fin,
al desamparo.
A veces los pensamientos más oscuros, las emociones más primarias hieren como espadas. Princesa con deseo y sin cuento, deseando libertad.
ResponderEliminarMe ha encantado Álvaro. ¡¡¡Un abrazo inmenso!!!
Ese abrazo inmenso te lo devuelvo multiplicado!
Eliminar