Nunca fuimos extraños.
Antes de doblar aquella esquina,
de leer el periódico de ayer,
aderezado con un sabroso café aguado
y un croissant made in china,
de enfrentarme a otro lunes traidor,
antes,
mucho antes de eso,
yo ya te conocía.
Tu voz resonaba en todos mis rincones,
asumiendo un eco perenne,
y repetía una y otra vez la palabra,
denodada y transparente.
Tu mirada latía inquisitiva en todas las
miradas,
como un león al acecho.
Yo ya te conocía,
presentía tu presencia
y soñaba que escapaba,
indemne una vez más,
del abismo de tu ausencia.
Y aquel lunes otoñal,
gris y terco en la tristeza,
te vi.
Te vi y supe que eras tú,
que habías sido siempre tú.
Fundido a negro.
El martes los diarios destacaban
la insultante belleza
de la suicida matutina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario