viernes, 8 de agosto de 2014

Sentencia de muerte

Eres hijo de tu padre,
lo llevas escrito en la cara y el alma,
igual que también tu padre era hijo de tu abuelo,
ad infinitum:
la misma mirada de hierro,
idénticas manos recias,
savia que da forma a la rama,
rama que nutre un tronco de esperanza vana.

La tierra que huellas te ofrece aliento,
y palabras,
cadenas de aire expirado,
disfraces para no ser lo que somos,
banderas huecas que enarbolar.

Solo el silencio de otro rostro frente a frente
roza, apenas, la verdad.
Una verdad que no puede ser dicha.

Ante tus pies, el abismo.
Ha de ser de este modo,
no existen los caminos,
todo el mar es lodo,
y enfangarse no es cosa de niños.

Aquello que nunca sucedió
ocurre de repente,
imposible,
inabarcable.
Y tú puedes elegir: volar o vivir.

Volar como un ave eternamente peregrina,
rozando apenas los árboles más altos,
mirando, desde arriba, objetivos de ponzoña
o vivir entre el veneno
y ser veneno mismo.

Nadie nos prevendrá de la muerte
y un solo juez asistirá a nuestro juicio,
agonizante.
Y su sentencia carecerá de sentido.


No hay comentarios:

Publicar un comentario