Un pie.
Otro pie.
Es sencillo.
Basta alternarlos y el camino se hace,
a menudo errático,
en pos de no se sabe qué eldorado.
Escribirlo es un modo de vivirlo,
de inventar un código propio
que atenúe el desamparo
de una caída sin fin.
Mis ojos apenas distinguen colores sin
asideros
y mi cuerpo rehúsa tomar parte en esta
farsa.
Volar es imposible.
Descubrir que en ocasiones llueve bajo el
sol
es matar a blancanieves,
es saberse loco de remate,
quevedo en ciernes,
elegir ser quijote, sin el don.
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