miércoles, 30 de julio de 2014

Ménage à trois

Imaginarte entre unos brazos ajenos,
más fuertes y tenaces que los propios,
se convierte en un ejercicio insano,
propio de poetas sin talento.

Observo como lentamente te desnuda,
prenda a prenda,
cómo te anhela y se hincha,
cómo te hace levitar.

Sufro cada uno de tus escorzos imposibles
y maldigo esas manos elocuentes,
más allá de la tinta,
y claudico ante todas mis carencias.

Escucho tu respiración entrecortada
gimiendo en otro cuento,
vencida por otro amor,
esclava de otro cuerpo.

No.
No me arrasa la imagen.
Después de todo el deseo es un juego
dónde nadie gana,
una broma dulce y macabra
que se ofrece siempre a destiempo,
como una puta inexperta.

Sé que lo has hecho,
que vas a seguir haciéndolo,
que cuentas las horas en silencio
mientras fabulas.
Yo callo,
y otorgo,
y observo.

Te observo mientras me miras,
sonríes,
me invitas
y me susurras al oído:
¡Juega!

lunes, 28 de julio de 2014

Voyeurisme

Ayer te observaba en silencio,
tú bebías ajena y dichosa tu taza de té
y la vida sucedía alrededor.

Yo, mientras, respirando a medio pulmón,
rondándote desde la otredad,
deseando bailar a la luz de la luna,
no acertaba a existir en tu presencia.

Tu mirada traviesa saltaba de aquí para allá,
evitando, en la medida de lo posible,
mi tendencia insana a la trascendencia,
y tus manos jugaban, nerviosas y seguras,
a doblar un corazón de tinta
que un poeta inconsciente te había regalado.

Hoy te observo, en silencio,
amarrada todavía a la noche vacilante,
temerosa de tus sueños y mis sueños,
y te quiero aún más que antes,
aunque tú no me veas.


viernes, 25 de julio de 2014

El tren

A veces la muerte es un guiño repentino,
una luz súbitamente apagada,
un tren que descarrila, sin previo aviso,
que toma una curva y nada.

Todos somos un poco suicidas y un poco poetas,
tejemos insaciables urdimbres de sueños,
pintamos obras maestras en telas ajenas,
disfrazamos segundos fugaces de instantes eternos.

Y sin embargo te quiero.

Las palabras se tiñen de ocre,
se visten de luto,
acuden intempestivas al festín de piedra
y se atragantan, temblorosas,
cercenadas por las lágrimas.

No hay billete de vuelta en este viaje
y el tren ni se detiene ni aminora.

martes, 22 de julio de 2014

Los días insulsos

como si importara.
Cada individuo soporta su existencia,
todos con la hiel en los labios,
todos, en mayor o menor medida, enfermos de absurdo.
En estas circunstancias esperanza es nomás una palabra,
tetrasílaba,
grave y llana,
un sustantivo común, valga la ironía,
abstracto, inabarcable, inexistente.

La soledad conjura todos los demonios,
piensa, en su atalaya, el aprendiz de filósofo
mordiéndose las uñas,
y bautiza un infierno personal e intransferible,
ese parpadeo que llamamos vida.

Una jauría, mientras tanto, se afana en perseguir
una quimera que algunos inconscientes
se obstinan en seguir llamando paraíso,
sin más fin que una muerte cierta
y, acaso, un epitafio memorable
que, inexorablemente, será pasto del olvido.

La comunión extática de un poeta fracasado
es humo vendido al peso,
una estrategia para sentir el roce de una existencia
que se diluye,
envuelta en frases derramadas,
y evita tomar partido.
El amor nunca llena una metáfora.

Una muchacha observa el panorama
con los ojos arrasados
y el alma en un puño,
horadando el paisaje con su sola presencia,
aterrada y encinta,
despierta ya del sueño.

Todos los insomnes se restriegan los ojos al atardecer,
ávidos de un descanso prohibido,
y disponen sus manías y sus vicios,
dispuestos a sobrevivir al tedio dignamente
o a un suicidio que se antoje divertido.

Los días insulsos se suceden,
nos suceden y suceden sin más,
con nosotros o sin nosotros para escribirlo,
para leerlo, para sufrirlo.

viernes, 11 de julio de 2014

Lo efímero, a mi manera

Nina Simone inunda la estancia,
a su manera,
como siempre,
como siempre yo me dejo mecer,
a mi manera que es un poco su manera,
y voy reviviendo.

Ser poeta y ser profeta son actitudes semejantes,
equidistantes:
el uno engañando al olvido con palabras,
consciente de su derrota;
el otro vendiendo al presente la hecatombe,
seguro de su victoria.

La trascendencia es un espejismo,
el espejo la propia mirada,
la inquina del que habla,
un brindis al sol del destino.

Un destino que no existe,
solo un leve rumor de pasos
que se acercan,
que se alejan.

jueves, 10 de julio de 2014

El andén II

Los niños se despiertan abrumados de terror,
empapados de frío y de angustia,
y no comprenden nada más allá de una caricia.
Pero nosotros ya no somos niños
y las caricias van siendo poco a poco ausencias,
recuerdos ajados.
Todos los trenes se pierden
cuando olvidamos que somos maquinistas
y nos vestimos de pasajero anónimo,
sentado sobre una maleta demasiado pesada,
llorando a solas en un andén,
sin destino aparente.
Baste saber que las vías no conducen a ninguna parte,
que el origen y la meta son dos espejismos de la misma ilusión,
que los macutos rebosan piedra y agua
para levantarse y andar,
como lázaro,
ni ciegos por el brillo de un términus universal,
ni esclavos de un pasado que exige cuentas al olvido,
simplemente vivos,
enfermos de presente,
empantanados,
exiguos.

martes, 8 de julio de 2014

Calles inhóspitas

Reconozco estas calles que nunca me acogen,
que se limitan a verme pasar,
inhóspitas y desdeñosas,
y permanecen inmóviles:

la avenida de la libertad
invadida por escaparates que venden cadenas,
regulada por semáforos, circulación alterna
que desemboca en un arco de triunfo
que rememora toda nuestra miseria;

la plaza de la república,
consagrada al poder absoluto de una idea,
de un tirano llamado pueblo
que agoniza y se malvende en una esquina,
como cualquier otro chapero;

la calle del deseo,
poblada de edificios sin portales,
de ventanas que gimen desconsuelo,
de canciones imposibles,
siempre ciega y sin salida;

la era de las tentaciones,
un territorio abierto y sin fin,
rico en vergeles de éxtasis,
urdimbres de sueño
y manantiales de redención;

el jardín de los corazones oxidados,
donde descansan las cenizas sin brasa
de un millón del mismo proyecto,
ejemplos de lo terca que es la vida,
y absurda;

la placita del poeta,
un rincón ajado, de otro tiempo,
visitado ocasionalmente por una paloma
que se rinde a la metáfora
y caga invariablemente;

la calle melancolía,
siempre a un triste y vulgar paso de la alegría,
aunque el verso no sea mío
sí lo es la desidia,
y repito sus palabras, las hago mías;

la plaza mayor,
el lugar ideal para sentirse pequeño,
y en la plaza de la catedral,
donde nada es trascendente
excepto la piedra.

Reconozco estas calles,
huello sus aceras desde siempre,
ellas me devuelven su extrañeza
y me recuerdan mi carácter extranjero,
yo no permanezco.

jueves, 3 de julio de 2014

Los jardines

Los jardines son siempre fragantes,
descubres de pronto una rosa y es la rosa,
más allá despunta un pensamiento
y no cabe evitar el narciso que se atisba.
El jazmín y el azahar se derraman
nutriendo nidos de amor por dondequiera.

Los jardines siempre esconden huertos,
lugares propicios al amor,
ese engaño,
donde se teje la vida,
esa novela,
donde perece la conciencia
y se firma el armisticio.

Los jardines suelen tener su laberinto,
esquinas que doblas y no,
algún recoveco muy negro
con su estatua de ángel caído y tu rostro,
cantos de sirena,
un lago de cisnes asesinos
y un minotauro,
en algún punto,
esperando tu venida.
Jamás una salida.

Los jardines, como todo,
dependen de su jardinero.