miércoles, 26 de febrero de 2014

Mirada

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Casi nada se parece a ti.

No se parece a ti este atardecer
con el sol cediendo protagonismo
a los secretos que surgen del mar.

Tampoco el amanecer con su bostezo
y su apatía, ni la noche que se agosta
y fenece.

No se parece a ti la ciudad indómita
que exagera sueños y pesadillas
y reverbera.

Tampoco la playa, esa frontera
que cercena el horizonte más cercano,
y lo niega, lo niega, lo niega.

No se parece a ti el silencio traidor
que incesante mana a borbotones
de todas las gargantas exigidas,

ni el paso del tiempo incontestable
dibujado en mis ansias de saldo,
esta derrota auto-infligida.

Casi nada se parece a ti.

Salvo quizá el sol del atardecer al besar tu mejilla,
el alba que te dibuja virginal, dispuesta a todo,
la luna entre bambalinas cuando la observas.

Puede que algunos rincones inesperados
donde la ciudad y la playa se confunden
y ofrecen su lengua al mestizaje.

Seguro mis palabras, arena de un reloj
que corre hacia ti,
sin perder un instante.

Casi nada se parece a ti, salvo tú,
cuando te observo.

martes, 18 de febrero de 2014

Ni me leas ni me salves

No quiero escribir este poema
ni dejarme una piel hecha jirones en cada verso,
inútil e inservible.
No quiero ver cómo enajenas mi mirada,
cómo retuerces o cercenas
las palabras
que nunca fueron mías.
No quiero que leas tus derrotas en los devaneos
significativos
de unas letras que no entran con sangre
porque son sangre,
y bilis y orina.
No quiero ni te quiero,
pero acepto tu yugo.
La metáfora revela un monstruo que acecha,
tras el quicio de la puerta,
al doblar una esquina,
el instante adecuado para acabar con el niño
que dibuja su destino escondido del mundo,
oculto bajo la cama,
imaginándose a salvo.

sábado, 15 de febrero de 2014

Intertextos imposibles

Yo también soy un romero errante,
otro zombi sinsentido,
el impostor de la pluma y el horgumio.
De repente un prado.
De repente tú.
Nada que envidiarle al paraíso,
me llaman el hereje,
y reniego de dios entre tus piernas
arrodillado embocapluvia ante tu fuente.
Las metáforas me nacen mojadas
elevando a sagrado un canto germinal
que significa la vida y significa la muerte,
y se derrumban los versos entre tus orfelunios.
¡EVOHE!
Gritan mis entrañas entre tus flores.
El pecado no puede ser pecado,
no voy a comprar la culpa.
Laudo tus milagros, ¿ficanza durable?
Merpasmo.
Acepto tu juego, me juego lo humano.

martes, 4 de febrero de 2014

Sin poesía

Ella quizá no existe.
Posiblemente su cuello no pueda ser tan perfecto,
cicatriz incluida,
y su piel no huela a Petit Patapán.
Su silueta no dibuja entre los pliegues de mi cama
historietas de amor,
ni ronronea de placer los días de Venus.
No canta cuando olvida que la escuchan.
No sonríe satisfecha cuando sabe que la miro.

Ella quizá no exista y resida más allá del verso,
como una musa lejana y austera,
una dómina que exige pleitesía
y una lengua solícita y activa.

Más acá estás tú.
Sin poesía.

domingo, 2 de febrero de 2014

Estampa urbana

Las calles ya no son las mismas,
han talado el árbol que trepaba tu infancia,
los jardines se avergüenzan vallados
y engordan los centros comerciales.
El puesto de castañas asadas sobrevive amenazado,
también la puta de la esquina
y la inquina esquiva de tus conciudadanos.
Los autos locos derrapan
temerosos de los viandantes que observan al acecho,
con el cuchillo entre las fauces.
La luminaria deslumbra y desorienta,
regala sombras propicias al desamparo,
a perder el alma y la sonrisa.
Deambulas casi ajeno.
Sin apenas rumbo.
Te pierdes.
Piensas en Heráclito y naufragas:
nada fluye, nada permanece.
Todo es tormenta.
Todo es tormento.
Otra estampa urbana que cercena.