lunes, 28 de octubre de 2013

Cosmogonía


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Mi big bang generador nace de un grito
gutural e insostenible,
se mantiene un instante,
áspero y acuciante,
y se extingue,
como el eco en un generoso abismo.
Nada tiene sentido,
el sentido se otorga sustantivando la nada,
adorando la palabra, siempre sagrada
y puta en cada giro.
Todo se estremece y reverbera,
yo apenas alcanzo a adjetivar,
se diluyen y entrelazan las fronteras
y una gota de agua es el mar.
Y sin embargo se mueve,
grité desconsolado ávido de amor,
ávido de sexo, de encender el sol
y verbalizar mi buena suerte.
Abruptos balbuceos adolescentes
muestran el camino del desvarío,
la absurda persistencia del vacío
que provoca la memoria tras la muerte.
La muesca y su pared,
una canción multiplicada hasta el hastío,
un modo de hacer,
de perderse sin dejar de  lado el camino.
Todos los mundos posibles son mi mundo,
yo construyo la historia y su verbena,
regalo mis ojos, ofrezco mi boca, libo tus venas
y si me escuchas retoño y doy fruto.

domingo, 13 de octubre de 2013

Jodidamente perfectos


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Tú, que doblaste una esquina y te precipitaste
por un abismo de locura y asco,
que vendiste tus venas al desamparo,
que hiciste del fracaso un arte.

Él, que cerró los ojos y huyó
para no ver la tristeza que deja,
que quiso escalar sin cuerda
y como ícaro, besó el sol.

Yo, que naufrago cada día entre palabras que naufragan,
que enajeno caminos,
que cierro puertas y ventanas,
que me oculto como un chiquillo.

Ellas, que aprendieron a jugarse mi cordura,
que tejen y destejen a su antojo,
surtidores de versos y de duda,
ojos de la cerradura, puertas sin pomo.

Vosotros, que absurdamente perseguís mis quimeras
y apenas rozáis mi propia insignificancia,
y construís un sueño donde existen almas gemelas,
y descubrís horrorizados la esencia de la metáfora.

Nosotros, ese imposible que amamanta,
ese nudo en la garganta.

Jodidamente perfectos.

sábado, 12 de octubre de 2013

Imaginación


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Quizá las estrellas lucían
e iluminaban a todos los amantes
que, solícitos y anhelantes,
derramaban amor y saliva.

Quizá la brisa acariciaba
y la lluvia era maná
alimentando el mar
que rompe bajo la sábana.

Quizá resonaban canciones
que no hablaban de pérdida,
que alababan su belleza,
que soñaban sus amores.

Pero ella no ve más que un reloj de arena detenido,
una cascada de nada, un río de olvido.
Las estrellas titilantes permanecen ajenas o extraviadas,
incapaces de indicar el camino de vuelta a casa,
inservibles para los amantes ahogados tras el naufragio,
asidos, en acto de fe, compartiendo un eterno fracaso.

Mientras tanto yo la miro, desde mi atalaya,
silencioso y esquivo, absorto en su alma,
e imagino que yo la amo y ella me ama,
y volteamos el tiempo, y traicionamos al destino.