de echar el ancla cada mañana
y olvidar las quimeras y los sueños.
Adecentar el alma y disfrazarse,
vestirse de alguien,
engañar al desamparo
solo por supervivencia,
como una pose absurda
en un fotomatón estropeado,
una vida cualquiera.
Sé quién soy,
un Jonh Doe,
otro don nadie
que no ha de merecer ser recordado,
otro impostor condenado a su mirada,
harto de ego,
ansioso de acostarse con la nada.
Vender el ser al diablo, léase poesía,
no es noticia,
tampoco el arte sentirá mi ausencia.
Me pregunto el porqué de empecinarse en la existencia.
He probado el amor que se supone debería.
Un torrente que arrasa y destruye,
un caudal que se transforma
y en caricias imposibles discurre
y abona los campos de sueños.
Pero todo río está abocado al mar,
que es el morir.
Desde la orilla observo la marea,
con su vaivén eterno,
absorto en su falta de sentido,
como una metáfora,
como yo,
harto de ego.
Dicen que aún soy joven,
que está por llegar mi mejor poema,
y yo les observo, extraviado,
consciente del absurdo,
embargado por la pena,
la edad no se mide en años
sino en derrotas y fracasos,
en lágrimas en vena.
Respiro por inercia.