lunes, 29 de octubre de 2012

Consejo de ministros


Consejo de ministros

-¡Tenemos que agarrar el toro por los cuernos! ¡Las cosas tienen que cambiar de una vez! ¡No podemos continuar inermes! -Vociferaba el Presidente de espaldas al consejo de ministros, sabiéndose odiado y temido por igual, y secretamente excitado por ello.
-¿Señor Presidente…? -intervino dubitativo, como era su costumbre, el ministro de energía. -El Director General de Petrol S.A. ha llamado esta mañana para advertirnos de que no soportará nuevos gravámenes, todo incremento en coste empresarial será desviado al consumidor, y ciertamente con recargo, según me parecía leer entre líneas. He recibido comunicaciones en el mismo sentido de los responsables de Gas Estatal S.A. y de Elecluz S.A.
El Presidente seguía de espaldas, inmóvil. Hizo un gesto casi imperceptible desde la sala, pero todos intuyeron que su mano acariciaba el habano que habían visto en el bolsillo de su americana al comenzar la reunión. Solo él se permitía fumar en el palacio, ¡al fin y al cabo era su casa!
La titular de la cartera de sanidad lo miraba de soslayo, con una mueca de desaprobación.
-Y los bancos amenazan con cortarnos el grifo y dejar de comprar deuda si no cubrimos sus pérdidas con dinero público. -Añadió socarrón el ministro de economía y finanzas.
-¡Cabrones-hijos-de-puta! -estalló el ministro de hacienda, con un gritito indefinido de placer o de ira.
El titular de educación y cultura, en un alarde de ingenio, señaló, guiñando un ojo:
-Caballeros, haya paz. Ante todo, ¡la impostura! No se hagan pasar por radicales.
Ella se decidió entonces a hablar, era hora de poner las cartas sobre la mesa.
-Hay un plan. Pero tiene un coste. Escuchen:

"La situación actual es o puede ser así: el estado está fragmentado. O no, Presidente, pero vamos a venderlo así. Demasiada estructura. Demasiado funcionario independiente, pero privilegiado. Las autonomías tienen demasiado poder, es decir, manejan demasiado dinero. Y los ayuntamientos son un coladero. Los servicios sociales descentralizados cuestan demasiado, y no son fácilmente controlables. Los ciudadanos se acostumbran a vivir de subvenciones y no generan riqueza. Las universidades están masificadas y los títulos devaluados. El acceso al crédito se democratizó en demasía, y todos los demás problemas derivados.
Inflamemos las bases. No tardaremos mucho. Favorecerá los cambios, los procesos de racionalización, la eliminación de duplicidades. Construyamos un gran plan nacional para cada servicio. Vendamos el servicio y hagamos caja. Reducimos gasto en salario público, controlamos a la empresa privada (y su política laboral, consiguiendo así un efectivo control sobre los salarios y los precios). Todo son ventajas. Control a través de la empresa. Contentamos a todos."

-Excepto a la calle… -dijo algún ministrillo del fondo.
-La calle no se enterará. La calle es nuestra. -respondió airada la vicepresidenta, ahogando una tos.
El humo denso del habano flotaba en la habitación como una cadena de interrogantes, rodeando la figura del Presidente, estático y extático. Sin volverse murmuró con voz apenas audible:
-Depende neniña, depende.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Cronotopo

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Soñaban despiertos que el atardecer
no era un ocaso,
no era un entierro.

Iban mano sobre mano,
con el sentimiento entrelazado y firme
como la roca ante la ola,
derramando sonrisas como migas de pan
por si la vida tuviese camino de vuelta,
como si la muerte no existiese.

Las voces temblorosas no guardan secretos
ni esconden un pasado extranjero
más allá de la memoria
o más acá del deseo.

El destino pasajero es siempre el mismo,
pompas de jabón que languidecen
estampadas invariablemente en el espejo.

Caminaban disfrazados de palabras
vistiendo el alma y la vida
en una huida imposible del silencio.

Un silencio que todo lo abarca.

Incoherencia

Las cebollas hacen llorar.
Y a veces las personas.
Brindo con sangre por todas las derrotas,
las sufridas y las por sufrir,
hasta que la ebriedad atenace mis ansias.
Imploro el perdón de tus pecados,
suplico el don de tus favores,
celebro la joie de mis placeres.
Por las noches me convierto en un extraño
que vaga insomne por tus sueños,
como un alma que pena.
La cerveza caliente me disgusta.
Y también el olor a cerrado.
Pedir un poco más de tiempo
para zozobrar al fin
por el precio de un tequiero.
El humo atosiga la angustia,
me calma y atormenta,
me anula y me inflama.
La arena se derrama indemne.
Tus ojos me recuerdan un espejo
que me devuelve deformado,
irreconocible.
Incoherente.

jueves, 18 de octubre de 2012

Los sindiós


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Aquí estamos los locos de atar,
los enajenados bienaventurados
que se resisten a doblar la rodilla,
los granos enquistados en la rabadilla
de un poder antropófago
que muere y muere y resucita,
los supervivientes hasta la muerte
y sin posibilidad de amparo,
los sindiós.
Aquí estamos sin perspectivas de futuro,
sin presente en que soñar,
sin un puto duro
y con unas ganas enormes de gritar.
Aquí estamos dispuestos a estar,
y sobre todo dispuestos a ser,
de pie, sin echar el cuerpo a tierra.
Aquí estamos, con los pies desnudos
para que sepáis que no queremos escapar,
para echar raíces y enseñaros
cómo se conjuga el verbo amar.

viernes, 12 de octubre de 2012

12-10-2012


A Fiya, el día de su boda
El tiempo, amigo, ha ido pasando,
cubriendo nuestras huellas con la arena del tiempo,
fundando su futuro en los cimientos del recuerdo,
volviéndonos locos de amor,
enajenados de sueños.

Tropezamos juntos en todas las piedras del camino
escribiendo —fuenteovejuna— las derrotas que elegimos,
sonriendo, pues sabemos del absurdo de estar vivos.

Fuimos viento fresco por las calles de agua
en las noches de invierno privadas de alba,
nobles de baja estopa los lunes por la mañana.

Nos vestimos de héroes en nuestra propia tragedia,
conscientes de la muerte a la vuelta de la esquina,
impostando el alma para engañar a la miseria,
brindando con fuego por las entrañas de la vida.

El tiempo, amigo mío, quizá bifurque nuestros pasos,
quizá eternice los silencios,
quizá borre los secretos,
pero queda lo mejor y… ¡qué nos quiten lo bailado!


jueves, 4 de octubre de 2012

El amor o la vida



El amor o la vida


Querido Leo,
Dicen que cuando algo acaba, nunca acaba bien. He vivido mucho y vario, y ya se sabe, más sabe el diablo por viejo que por diablo, y yo he tenido tiempo para aprender.
¿Sabes? A quien más recuerdo es a tu abuela. Nos conocimos muy jóvenes, en las fiestas de Sornay. Tengo aquel primer momento en que la vi grabado a fuego en la memoria: ella bailaba con un oficial del ejército del aire, sus movimientos eran gráciles y vaporosos, su sonrisa una invitación a la alegría. Llevaba un vestido discreto, color amarillo pastel, que hacía que su cabellera dorada desprendiera reflejos que me perseguían sin cesar al son de la música. Le pregunté a un lugareño por aquella muchacha, y me informó cumplidamente: era Émilie, la hija del maestro, la joya del pueblo. Le encantaba bailar, pero jamás bailaba dos veces con el mismo joven. Por ese motivo decidí no sacarla a bailar hasta que no estuviera preparado para conquistar su corazón.
La guerra duraba ya dos años y, tras un breve permiso, tuve que partir de nuevo al frente. Sin embargo en esta ocasión tenía un motivo precioso para volver. Verdún fue la más horrible de las batallas, los obuses caían por doquier. Desde que te levantabas hasta que el agotamiento te obligaba a dejarte caer entre los temibles brazos de Morfeo, poblados de pesadillas, solo el olor a sangre y pólvora, y el sonido de los alaridos y el dolor te acompañaban. He visto morir a muchos buenos hombres entre mis brazos, sin poder hacer más que consolarlos. Algunos perdieron un miembro. Yo perdí parte de mi alma. Solo el recuerdo de tu abuela me salvó de la locura.
¿Tú también la recuerdas, verdad?
Claro, la querías casi tanto como yo…
Cuando la guerra terminó volví a buscarla, decidido a demostrarle que sin mí, la vida no tenía sentido.
Sornay no había cambiado mucho. Las calles tranquilas apenas mostraban cicatrices de la reciente contienda, solo algunas pintadas celebraban la victoria: “Vive la France libre” o “Liberté, égalité, fraternité”. Émilie no era ya la hija del maestro, sino la maestra. A su padre lo habían capturado los alemanes, y lo habían ejecutado. Desde entonces ella había dejado de bailar, y el color de sus ropas se había ensombrecido por el luto, me contaron.
La paciencia y la perseverancia son grandes virtudes, como ya te he dicho en otras ocasiones. Necesitaba un oficio, por eso, aprovechando mis habilidades, abrí la academia de piano y, para darme a conocer, fui a la escuela, a proponer mis servicios. Afortunadamente a ella, amante de la música, le pareció una gran idea completar la enseñanza con un poco de alma, pues eso te da el piano, y recomendó a sus alumnos mis clases. Ella misma quiso que le enseñara, cosa que, por supuesto, me llenó de gozo.
Así empezó todo. Después llegó el amor, y con el amor llegó tu madre, y tras ella tu tío Charles. Y ahora estás tú.
Quizá ahora no entiendas gran cosa, a lomos de un caballito de madera. No puedes sospechar siquiera todo el amor y el dolor que te aguardan a la vuelta de la esquina, frotándose las manos y sonriendo. Pero, antes de despedirme y darte el relevo, quiero confesarte que yo tampoco entendía nada a lomos de mi caballito de madera. Te confieso que quizá solo la música, la del corazón, merece la pena. Te confieso que he vivido.
Y te recomiendo, con todo mi amor, la vida.
El abuelo.