Nadie hay que sople las velas de la tarta en el cementerio,
una cama para la eternidad,
una excusa para el llanto.
Solo los tontos de remate viven empeñados en sobrevivir,
enfrentados al reloj y su destino,
escondidos de la vida y la sangre.
Tu recuerdo me traiciona,
me obliga a sentirme ráfaga caduca,
un estertor de sueño,
apenas un trazo titubeante.
La continuación de la locura multiplica el dolor.
El dolor nutre las palabras a menudo miserables.
Una miseria que emponzoña el alma del que escribe.
Dos mil doce es otro año para el olvido,
otra oportunidad perdida,
otro desvarío nomás.
Otra vida sin ti.
Pronto llegará el otoño y tras él el invierno
con su frío y sus mantas,
cambiaremos números y propósitos,
crearemos nuevos dioses y diablos,
cederemos otra vez a la tentación
de la primavera y languideceremos en verano,
hartos de todo, saciados de nada,
inmersos cada cual en su círculo vicioso.
Yo volveré a ser tú en algún instante,
quizá en agosto,
para soplar una vela inexistente,
un fuego clandestino y particular.
Yo volveré a ser tú para enfrentarme a tu ausencia
y naufragar nuevamente.
Los sentimientos y emociones, aún imaginados, nos configuran. Las palabras son la germinación de los absurdos de mi ser, mi único destino. Sean benevolentes.
lunes, 20 de agosto de 2012
viernes, 10 de agosto de 2012
Patria de un apátrida
Del más alto mástil ondea al viento mi capa,
no luce nobles colores ni insignias de coraje,
ontológico retal sobre campo de retales,
la sola bandera que reclama mi alma.
Las noches húmedas de invierno me protege,
es mantel de merienda al campo en primavera,
un cúmulo de despropósitos rezumando belleza,
la única patria a quien mi corazón obedece.
Es refugio salvador en los días grises y tristes,
un parapeto dónde guarecerse de los golpes,
el rincón oscuro dónde florecen los amores,
el edredón de tus mañanas, y tu Kleenex.
Eres el viento que me empuja,
eres la meta y la salida,
un porqué que sabe a duda,
un verso esperando a que lo escriba:
Eres la reina de mis pasos.
no luce nobles colores ni insignias de coraje,
ontológico retal sobre campo de retales,
la sola bandera que reclama mi alma.
Las noches húmedas de invierno me protege,
es mantel de merienda al campo en primavera,
un cúmulo de despropósitos rezumando belleza,
la única patria a quien mi corazón obedece.
Es refugio salvador en los días grises y tristes,
un parapeto dónde guarecerse de los golpes,
el rincón oscuro dónde florecen los amores,
el edredón de tus mañanas, y tu Kleenex.
Eres el viento que me empuja,
eres la meta y la salida,
un porqué que sabe a duda,
un verso esperando a que lo escriba:
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