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Visten los héroes su orgullo y su coraza,
aprestan la impostura de saberse invencibles
al ceñir la espada y la inmarcesible razón.
Y elevan a sacro un grito de espanto.
Bendicen con su luz las sombras trascendentes
inundándolo todo de certeza,
nombrando al articular palabra,
negando la duda y su belleza.
Su justicia se revela a doble o nada,
una apuesta segura por la muerte,
un mazo y un yunque,
la ley hecha sangre.
Ungidos por la Historia se divierten,
inmóviles desde sus pedestales,
ojeando nuestros pasos y sus cuitas,
monumentos a la vanidad del tiempo.
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