sábado, 25 de febrero de 2012

Paint it gray!

No es más cierto el dolor que la alegría.

Incluso en estos tiempos de profetas y agoreros
en los que los lamentos resuenan
como un eco continuo que rebota en todas las miradas,
fuentes de lágrimas y sal,
hay sonrisas que brotan,
intempestivas.

El hombre naufraga y se ahoga en su ego,
corre sin resuello inmóvil en el río,
siempre el mismo río,
se malvende a símbolos de sí mismo.
Todo vale con tal de no pagar el precio,
todo excepto el juicio del espejo.

Por supuesto no hablo de santos,
los años me han infundido la certeza
de que soy lo que suman mis pecados
y las traiciones cometidas,
todos los errores disfrazados,
una absurda promesa de nada.

Y es evidente que no hay excesiva diferencia
entre una hormiga y otra hormiga:
ambas se olvidan con la yema de un dedo.

Llenamos la existencia de palabras inertes,
un batiburrillo de frases inconexas y sin sentido
que nos hacen sentir omnipotentes,
como un gran cero a la izquierda.

Al menos el desvelo otorga un tesoro,
el derecho inalienable a la ironía.

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