jueves, 5 de mayo de 2011

Una ciudad enferma


Esta ciudad adicta al desamparo y la humedad
da testimonio de su locura y su verbena
apagando sus calles a la hora de la pena
para olvidar su existencia y su verdad.

Serpentean por sus calles inconscientes
individuos con coraza, corazón coraza,
que apenas esbozan una sonrisa breve
a la vuelta de la esquina de la rabia.

Se cruzan entre sí y conmigo, se pisan y me pisan
cuando creen que nadie los observa
y si se sienten observados se arrodillan,
se atan el zapato, bajan la cabeza.

Esta ciudad apta para huidos y extranjeras,
cobijo de putas de lujo, de piratas sin bandera,
centro del otro mundo, capital de la periferia,
se construye a medida que su palabra se quiebra.

Por sus cuestas imposibles ruedan sueños
en caída libre que invariablemente desembocan
hechos jirones sanguinolentos en su derrota
en las aguas imperturbables del insensible puerto.

Las heridas de los transeúntes no cicatrizan,
se gangrenan en una macabra danza
que agota y reprime toda esperanza,
que elimina cualquier rastro de alegría.

Esta ciudad se consume entre estertores
pidiendo a gritos una primavera
que la sane y que nunca llega,
esta ciudad enferma de gris sueña colores.


Imagen: Ciudad enferma, de Cristian Fuica

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