martes, 31 de mayo de 2011

La revolución

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Los esclavos están alzando la voz y las cadenas,
la ira contenida de los ajusticiados se desborda
y arroja dentelladas diestras y siniestras,
la policía y la ley huyen,
se agazapan esperando una oportunidad de talión,
una excusa para el odio.

Los dirigentes que brindaban ahora blindan,
protegen su nobleza a cal y canto en un armario,
dispuestos a hacer correr la sangre, siempre ajena.

Los chamanes observan,
a medio camino entre la angustia y la esperanza,
superados sin remedio por la Historia,
y sin saber que pensar se embriagan,
ávidos de trascendencia.

Las amas de casa y las putas agonizan
golpeadas por la crisis y sus hombres,
olvidadas y exigidas por igual,
mudas en su grito de desesperación.

Los desheredados maldicen a sus muertos.
Los muertos de hambre mueren de hambre, y de sed.
Los poetas escriben vanamente.
Las grietas se llenan de cadáveres que sonríen.
Los ignorantes son felices.

Más o menos como siempre.

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