martes, 31 de mayo de 2011

La revolución

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Los esclavos están alzando la voz y las cadenas,
la ira contenida de los ajusticiados se desborda
y arroja dentelladas diestras y siniestras,
la policía y la ley huyen,
se agazapan esperando una oportunidad de talión,
una excusa para el odio.

Los dirigentes que brindaban ahora blindan,
protegen su nobleza a cal y canto en un armario,
dispuestos a hacer correr la sangre, siempre ajena.

Los chamanes observan,
a medio camino entre la angustia y la esperanza,
superados sin remedio por la Historia,
y sin saber que pensar se embriagan,
ávidos de trascendencia.

Las amas de casa y las putas agonizan
golpeadas por la crisis y sus hombres,
olvidadas y exigidas por igual,
mudas en su grito de desesperación.

Los desheredados maldicen a sus muertos.
Los muertos de hambre mueren de hambre, y de sed.
Los poetas escriben vanamente.
Las grietas se llenan de cadáveres que sonríen.
Los ignorantes son felices.

Más o menos como siempre.

lunes, 30 de mayo de 2011

Apenas recuerdos

Hay quien recuerda golondrinas revoloteando,
olores dulces y sabores cálidos,
rumores de hojas susurrantes,
olas que huyen raudas de sus mares,
ecos de felicidad.

Hay quien se empecina en la ebriedad
de un souvenir ajado,
quien engaña a la soledad
horadando su pasado,
muerto de miedo.

Yo, por más que busco,
no encuentro añoranza,
solo hallo rebuznos,
tímidos intentos de palabra,
fracaso.

La infancia es una guerra de amor y por amor,
la adolescencia una dictadura militar,
la madurez una locura de atar,
la vejez un brindis al sol.
Nada que merezca la tinta.

jueves, 5 de mayo de 2011

Una ciudad enferma


Esta ciudad adicta al desamparo y la humedad
da testimonio de su locura y su verbena
apagando sus calles a la hora de la pena
para olvidar su existencia y su verdad.

Serpentean por sus calles inconscientes
individuos con coraza, corazón coraza,
que apenas esbozan una sonrisa breve
a la vuelta de la esquina de la rabia.

Se cruzan entre sí y conmigo, se pisan y me pisan
cuando creen que nadie los observa
y si se sienten observados se arrodillan,
se atan el zapato, bajan la cabeza.

Esta ciudad apta para huidos y extranjeras,
cobijo de putas de lujo, de piratas sin bandera,
centro del otro mundo, capital de la periferia,
se construye a medida que su palabra se quiebra.

Por sus cuestas imposibles ruedan sueños
en caída libre que invariablemente desembocan
hechos jirones sanguinolentos en su derrota
en las aguas imperturbables del insensible puerto.

Las heridas de los transeúntes no cicatrizan,
se gangrenan en una macabra danza
que agota y reprime toda esperanza,
que elimina cualquier rastro de alegría.

Esta ciudad se consume entre estertores
pidiendo a gritos una primavera
que la sane y que nunca llega,
esta ciudad enferma de gris sueña colores.


Imagen: Ciudad enferma, de Cristian Fuica