viernes, 28 de enero de 2011

El Grito

Las cenizas de la historia
se mecen a merced del viento,
las aguas regresan a su cauce
borrando huellas y memoria,
los relojes yacen inertes,
el impúdico silencio atruena
repitiendo un eco de nada,
un alarido de la muerte.

El reflejo de un alma en el espejo
se asemeja a un grito despiadado
si es honesto,
si huye del engaño
y no confunde valor y precio,
y no acepta este mundo amargo.


(Imagen: El Grito, Eduard Munch)

domingo, 23 de enero de 2011

Inventario de tentaciones

Una buena mesa, desbordante de manjares
e imaginación, zumo fermentado de uva tinta,
palabras y gestos velados.

Dos besos en la mejilla, cálidos y desviados,
como promesas de una intimidad mayor,
más oscura y anhelante.

Tres versos repetidos, soeces y asonantes,
martillos que golpean las fronteras
inviolables de una cordura supuesta.

Cuatro monedas para regalar a los vientos
como simientes de prosperidad otorgada,
una metáfora del amor.

Cinco instantes para colmar los sentidos,
más uno:
el momento intelectual de reescribirlo.

Seis miradas furtivas, cenicientas de deseo
incontenible que prometen
lo mejor a medianoche.

Siete días eternos, un bucle de esperanza,
un terrible repetirse de agonía
solo molestado por la vida y la muerte.

Ocho alientos de felicidad,
inspiraciones a precio de oro y humo
que se desvanecen en el aire viciado.

Nueve tentaciones
hijas adoptivas de la oscura
perversión del pensamiento.

sábado, 22 de enero de 2011

El viajero caminante

El río es ancho, la corriente ruge
y escupe indiferencia disfrazada de agua brava,
los puentes derruidos observan distantes
al viajero detenido y su frustración.

La historia es impasible, no tiene enemigos:
todos los triunfadores perecieron,
todos los imperios se derrumbaron,
todos los amores se extinguieron.

El tiempo es solo una palabra que se agota,
un espejo que no devuelve nunca la misma mirada,
una excusa para no volver el rostro
y petrificarse de pena y de vergüenza.

El caminante a veces sabe valorar la belleza,
descubre sueños en los remolinos de muerte,
escribe versos de amor a los esqueletos de los puentes
y da vuelta y media, olvida la vergüenza, y marcha.

El amor después de todo

Enciéndeme la llama,
necesito el calor de tu mirada,
quemarme a fuego lento
y entre tus piernas
encontrar el agua amada.

Regálame un segundo,
un instante de tu vida,
y te pago a cambio con la mía,
vaciada de sentido en tu ausencia,
esclava de tu sonrisa.

Aniquílame, asedia mis defensas,
conquista mi estandarte y mi bandera,
mi paz se funda en tu guerra,
mi frontera termina en tu cadera
ahora, que hinco el alma.

L'après-guerre es dulce y huele a limpio,
reconstruir a dos es siempre más sencillo,
instaurar rutinas, inaugurar santuarios,
escribir la historia minúscula en mayúsculas,
caminar de la mano conscientes del abismo.