lunes, 27 de diciembre de 2010

Rebajas

Vendo mis silencios a quién los quiera comprar,
una mirada extrañada y ajena,
un círculo imperfecto y vicioso que no consigue cerrarse,
estas ansias de ser infructuosas.

Vendo unos versos al peso y de saldo,
metáforas manidas,
una rebelión ante la moral y el decoro,
el alma, al diablo.

Vendo humo verde que desangra
el fracaso de un proyecto literario,
mis aciertos, mis sueños y mis manos
agrietadas de lamerme las heridas.

Vendo la prisión que me fustiga,
las esquinas que me han visto derrumbar,
y las lágrimas que no pude derramar
el día que huiste de mi vida.

Me faltan tu aliento y tu consejo,
me sobran dudas y espejismos,
las cenizas de tus huesos y tus besos,
una razón para el suicidio.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Expresión del desconcierto

Hay un niño anonadado,
enfrentado al abismo de la vida,
apenas consciente del miedo que vendrá.
Es un niño que habla con su sombra,
que multiplica silencio por palabras
y que sueña sin atisbo de normalidad.

Hay un adolescente con las alas atadas,
un dios ya mortal,
el proyecto de un naufragio incipiente.
Es un adolescente por supuesto demente,
hijo de la soberbia y de la abulia
que empieza a intuir el precio de vivir.

El adulto extraviado los observa,
ávido de comprensión y frustrado.
Los recuerdos son un puzzle de piezas tercas,
otros ojos que miran prepotentes
y juzgan desde la impotencia
al imbécil que ha llegado a ser.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Visiones fronterizas


Intenté mover mis pies,
alejarme nomás de mi terruño,
levantar un poco la cabeza
y observar por encima del muro.

Tras el muro, alambrada.

Derogar la ley de extranjería,
borrar las fronteras de los mapas,
quemar los escudos y los dioses,
enterrar todas las armas.

Más allá, miedo.

Descubrí razones para el odio,
rencores legendarios que envilecen,
del amor sobre todo el egoísmo,
el precio inmundo del bienestar.

Después, nada.

No reconozco las cadenas de la patria,
no tengo otra frontera que mi alma,
mi hogar son mis botas y mi abrigo,
mi bandera una manta para el frío.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Hijos de la muerte

Somos hijos de la generación de la inconsciencia,
huérfanos del amor estampados
contra el sutil muro de la libertad y su precio.
Vinimos a la vida hartos de errores,
errare humanum est,
y crecimos sabios por defecto y por ausencia,
llorando tolerancia.
Parias y escondidos,
con secretos oscuros y recuerdos que olvidar,
apátridas villanos pagando pecados ajenos,
observadores silenciosos avergonzados
de su propia vergüenza,
y de su silencio cómplice,
y de la visión enferma que ofrecen los ojos
y el espejo.
Somos hijos de la generación de la inconsciencia,
pero no somos inconscientes.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Retrato de un cualquiera

Soy un escaparate,
una vitrina de ideas lapidables,
un conglomerado de incongruencias,
un zombie de la era post-comercial.
Vendo palabras gratuitas,
un buen precio para el valor,
ése intangible,
que visto de verso, verbo y beso.
Olímpico desdén
por todo aquello que no me habita,
por el más allá y el demasiado acá,
por la estupidez padezco.
Toda sentencia es un eslogan,
publicidad disfrazada,
me digo mientras me leo
y descubro al otro que me observa.
La vida me resulta
mera sucesión de aplicaciones,
un espasmo,
un instante sin tiempo de pensar.