miércoles, 25 de noviembre de 2009

Bolboreta


Sin pestañear ofreces tu lengua

y yo, solícito, te invito a libarme,

esgrimiendo toda mi dulzura

para lograr los pecados de tu carne.

Con soltura despliegas tu belleza

ante la mirada atónita del arte,

eres la droga que todo lo cura,

locura que hiere, locura que arde.

Todas tus palabras son poema,

metáforas escritas con la sangre

que mi alma regala a tus uñas,

que arañan en francés esta tarde.

Eres mi perfecta bolboreta,

la más bella mariposa de este parque,

y yo la flor que con la vista te desnuda,

y se masturba, y no se conforma con soñarte.

sábado, 14 de noviembre de 2009

La vida sin ti

Me enfrentaré a tu muerte con dignidad

aunque el dolor me arrase el alma,

y cuando tú no estés, y yo esté solo,

lloraré.

Vivirás siempre impregnada en mi,

en cada paso que yo dé habrá una palabra tuya,

siempre tu risa a través de mi garganta.

Está vedada a mi mente mi vida sin ti,

inimaginable pesadilla,

a pesar de la inminencia del llanto,

a pesar de la insolencia de la pena.

Te sobreviviré, a pesar de todo con alegría,

y le diré al aire quién eras tú

para que lo canten todas las gaviotas,

para no olvidarte nunca.

Cada verso que te escribo es un beso,

es tu aliento el que me lanza a la locura

y tu regazo, perdido Eldorado.

Cuando abra los ojos y no te pueda ver,

tendré que imaginarte.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Historias de amor extraño


Jamás lo imaginaron,
pero se vieron y se amaron.
Aprendieron que las palabras
importan si son dichas,
que conforman realidad
a través de una garganta.
Aprendieron a tocarse
con la yema de los sueños,
a esconderse ajenos
al dolor en cualquier cama.
Aprendieron a olvidar el tedio,
a exiliarse del mundo en un abrazo
generador de emoción y sentido,
y aprendieron a reír en serio.
Aprendieron que sus almas
eran agentes de sus cuerpos
y se entregaron sin pudores
al cumplimiento de sus ansias.

Recorrieron con sus ojos una inesperada piel extraña,
con sus lenguas dibujaron sendas imposibles,
caminos nunca transitados se abrieron a sus pasos,
se hablaron y sus voces fueron poesía, fueron drama.
Crearon un amor sin fronteras al tacto,
un idioma rebosante de adjetivos imperdibles
lengua a lengua, ocultos bajo una sábana,
desnudos, ardientes, locos, excitados.
Jamás lo imaginaron,
pero se vieron, y se amaron.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Le miroir


Te observan.
Miles de ojos acechantes te persiguen.
Y tú en silencio,
ni presto a una huida pronta,
ni ajeno al peligro que te cerca,
simplemente estás.

Sonríes ávido de sol,
desnudo por placer,
al tiempo que ecos y graznidos
se confunden con el rugir del mar,
y ves o sueñas gaviotas
bailando tangos en el aire.

Me miras,
ajeno al espejo que nos une;
me amonestas,
recordándome el precio de la vida;
me arrinconas,
y yo en silencio,
soy feliz.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Códigos sinónimos


Enfrentados al opaco muro del pasado
los obstinados eruditos bienpensantes
se flagelan de espaldas a la vida.
Escriben sin arredro palabras vanas
en pos de codificar una verdad
que se antoja inaccesible, vedada.
Graznan unos y otros, enfrentados
en un baile de máscaras
cuyo final siempre es la muerte.
Se miden, se observan, se retan
en un duelo sempiterno de absurdos
repetidos con denuedo.

Y yo, pasmado, alquitranado, temeroso,
con pocas ganas de ciencia cierta,
me detengo, me pierdo, me enajeno
en una duda cenicienta
que sin duda me llevará a la muerte.

martes, 3 de noviembre de 2009

El ilustre


Cayó un ilustre.
Otro ilustre más.
Llora aquel que le lustraba los zapatos.
Lloran todos su pérdida.
Y yo, perplejo, los observo,
con la mirada atónita
del que no sabe comprender
el llanto ajeno a las entrañas,
la lágrima mercenaria
de los buscadores de inercia.
El ilustre murió.
A él ya no le importan
ni hormigas ni laureles,
en su último suspiro,
expiró.

Hormigas


Frente al mundo,
sentado en un banco de cualquier calle,
en una ciudad sin nombre
de no importa qué país,
observando extraterrestres,
devanándote los sesos,
te cuestionas a ti mismo,
“¿qué será ser yo?”, te preguntas,
y aún, “¿por qué?”.
Ávido de sentido te refugias
en el otro,
en el incomprensible otro
que te ignora
o a lo sumo te observa,
incrédulo de sí.
Aterrado creas a dios,
las sagradas escrituras
empapadas en sangre prójima,
y descargas en él toda tu culpa,
“por tu culpa, por tu culpa, por tu puta culpa”,
y sonríes liberado.
Finalmente,
en tu gozo,
olvidas a dios,
reniegas de dios,
te sientas en un banco y,
mientras fumas
otro porro en papel biblia,
en cualquier calle
de esa ciudad que tanto ignoras
de un país insignificante,
te cuestionas
y piensas
en el absurdo retratado
en la vida de una hormiga.