lunes, 26 de octubre de 2009

Oración atea


Si supiera tu nombre olvidaría tu nombre.
Si sólo un segundo te tuviera al alcance
huiría raudo sin volver la vista salada.
Si existieras consideraría el suicidio.

Afortunadamente tu nombre es vano,
aún escrito en las puertas de toda catedral,
pronunciado en mil lenguas ajenas,
vano e intrascendente.

Dicen que dijiste que tu reino era extranjero,
de otro mundo,
que dictaste pautas y leyes, que salvaste e hiciste tu voluntad,
puta voluntad.
Dicen también que tu imagen nos inspiró, que a semejanza tuya nos hiciste,
¿tan cruel y tan mezquino llegas a ser?

En tu nombre la macabra danza de la muerte igualitaria,
la fe por presupuesto,
la espada teñida con la sangre también roja del infiel,
la vida concebida como gracia en tu gloria.

Por ti la genuflexión, la humillación y flagelación de la carne,
el pecado y la culpa,
el apocalipsis.
Para ti, para tu divino ego cada gota del sudor humano,
toda alegría, cada beso.

Lo confieso,
mis plegarias son cantos de sirena dirigidos a un dios ateo,
lamentos de hombre, ante el hombre, para el hombre
y la mujer,
sollozos.

Por supuesto no espero tu respuesta,
a estas alturas habrás comprendido que te ignoro.

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