viernes, 28 de agosto de 2009

Amor senil


Armoniosa es la voz de la mujer que al alba
canta tu nombre mientras se lava los dientes.
Bella su belleza de bata raída por el tiempo,
la hipoteca y los impuestos.
La ternura inunda tu rostro cuando,
por enésima vez,
te invita a ser Guillermo Tell
frente a la taza del váter.

Es ella y no otra la que cura tus heridas
cuando llegas a casa derrotado por la vida,
sangrando lágrimas saladas junto a ti,
haciéndose ovillo en tu dolor.

A pesar de todo a veces la vista huye
tras cuerpos de otro tiempo, llevándote
a un sueño de satén y noche eterna,
del que despiertas sudando, intranquilo, sin ella.

A pesar de los pesares, de los gritos,
de las deudas en la cuenta del olvido,
es ella, no otra, quien te observa,
satisfecha, y te ama.

lunes, 24 de agosto de 2009

SuperYo


Me asustan tus palabras.
Cuando dices creas, ignorante de las consecuencias.

Me asustan tus verdades, tu conocimiento onanista,
la irónica sonrisa que muestras al asumir tu papel,
juez y parte.
Tiemblo ante tus leyes de aire, ante tus dioses de barro.
Pero ante ti me inclino,
inexorablemente.

Yo, hijo de tu soberbia, observo el mundo
a golpe de palabras tercas,
constructor de ironía.

Tú, que abarcas todos los idiomas,
todo sentimiento, que no conoces frontera
más allá de la muerte,
eres el único responsable de mi voz,
tú eres mi propia voz,
consciente e inconsciente.

domingo, 23 de agosto de 2009

Poema del amor pacífico


No quiero conquistarte,
es mi último deseo convertir tu cuerpo
en una trinchera.
No te rindas a mis pies, no claudiques,
ni presentes batalla.
No voy a asaltar tu fortaleza, nada te hurtaré,
no necesitas defenderte.

Mi triunfo no es vencerte
en una guerra a doble o nada, sin táctica voy
a tu encuentro,
sin estrategia de evasión en la mirada.
Mi amor
se escribe en versos despojados de violencia,
no te quiero vencida,
te quiero compañera de batalla.

jueves, 20 de agosto de 2009

Magnicidio


Salvo quizás, por esa casi imperceptible gota de sangre seca que furtiva decidió esconderse entre los pliegues sedosos de la sábana real. ¡Oh infortunio!
Él, que había preparado minuciosamente toda situación, cada gesto, cada palabra, enfrentado ahora al absurdo de su propia mentira.
Caprichosas, crueles son las ruedas de Fortuna, pensaba absorto esperando veredicto en la mazmorra más oscura y profunda de Palacio.
¡Necios! ¿Cómo podían siquiera pensar que su sangre había de ser azul? ¿Qué clase de nación regía? ¿Qué monstruo había creado?
Él, hijo de Rey, nieto de Rey, traicionado por su sangre.
El día de su muerte un grito unánime recorrió las arterias de la villa: ¡DEMOCRACIA!

Tú y yo


Te miro
y no veo el reflejo de mi amor en tus ojos.
Tus palabras eran grandes, enormes:
amor, simbiosis, dulzura, sexo e intimidad,
respeto, locura, siempre, nunca, lealtad.
Crecí entre tus brazos,
hasta que tus brazos se hicieron barrotes
ahogándome en nombre de tu corazón.
Hasta que tus brazos se hicieron garrotes.
Mi cuerpo, antes soñado, es ahora
hercúlea columna en la que se estrella
la arbitraria sinrazón de tus manos,
locas de pasión.
Mi mente el repiqueteo continuo de la conciencia,
arrasada de raíz.
Cada zarpazo de amor me aproxima al delirio
en un lecho más de muerte que nupcial.
Me miro
y no ve más que muerte, tuya o mía.

domingo, 16 de agosto de 2009

Eclipse de Sol


¿Recuerdas la mañana en la que el sol no salió?

Las gentes, confundidas, vagaban por las calles
indignadas, sucias de la noche perenne,
esperando una respuesta de los cielos,
oscuros y silentes.
Algunos se abandonaron al hastío apocalíptico,
comenzaron su letanía de motivos,
vendieron sus plegarias de redención,
oscuros elocuentes.
Otros se conformaron en el placer del instinto
a base de violencia, a base de sexo, rezumando
alcohol y olores viejos a animalidad incandescente,
oscuros salvajes.
Los afortunados durmieron y soñaron con un sol brillante,
con frondosos bosques y llanuras verdes
repletas de lugares propicios al amor y a los instintos,
oscuros durmientes.
Otros observaban aterrados la muerte,
la tristeza ensombrecida, la inanición del alma,
incapaces de articular palabra,
oscuros derrotados.

Finalmente el sol salió, y todo sigue igual.

viernes, 14 de agosto de 2009

Monstruo


Engendrando monstruos voy,
pariendo dolores y melancolías
con olor a libro viejo.
Adjetivo miradas furtivas,
pongo nombre a corazones indomables
en todo lugar,
en todo tiempo.
Implemento el abismo del verbo
para ofrecer otro punto de vista,
acaso el mismo.
Confundiendo almas entretengo la vida
-pues cada palabra es tuya si la lees-,
persiguiendo glorias efímeras.
Monstruo soy,
engendro de mí mismo,
caricatura deformada en un espejo de palabras,
siempre ajenas,
que sugieren algo más de lo que dicen.

miércoles, 5 de agosto de 2009

La ciudad


La hierba no crece en estas calles
que multiplican el ensordecedor
quejido del asfalto.
No hay flores más allá del cementerio,
y son éstas marchitas sombras
de un recuerdo de un recuerdo.
El mar se antoja depresivo,
cansado de ir y venir sin rumbo,
escupiendo sin descanso su agonía.
Este cielo de todos los demonios
que ofrece su manto ya no azul,
lamenta su miopía aullando a las estrellas,
ausentes.
Sólo los gemidos extraños
de sus habitantes en llamas
recorren las avenidas de la ciudad interminable,
seguros de la certeza,
esquivando y esquivándose.
Urbanitas podridos con los ojos arrasados,
perdidos,
como un hombre que,
enfrentado al espejo en soledad,
no ve más que su propio reflejo.

martes, 4 de agosto de 2009

El viajero


Sin otra frontera que la piel camina
un desconocido, un extranjero
observado por mil ojos atentos,
prestos a la guillotina.

Deambula sin destino perseguido por su sombra,
compañera perenne de victorias y derrotas,
buscando un país dónde la patria no sea razón,
sin himno ni bandera que engañe al corazón.

Con los ojos arrasados por la pena
el viajero hace acopio de lágrimas ajenas
para tener qué llorar en su tristeza,
ajada sábana que en sus noches le desvela.

Caminante de pies desnudos,
manos ofrenda,
mirada limpia,
áspero mundo.

Reo condenado de antemano a muerte,
cercado por los ojos asesinos de la turba,
el viajero sonríe mientras fuma
y piensa, y maldice su mala suerte.