miércoles, 22 de julio de 2009

La calma y la tormenta


La mañana aparece mojada
y el mar se oculta, tímido,
tras un velo de tristeza blanca.
Los árboles gimen temerosos
intentando huir de sus raíces
como anclas clavadas en el desconsuelo.
La ciudad enloquece en una macabra
danza de paraguas derrotados,
de ojos acechantes desde el amparo.

Mientras tanto el poeta se desnuda
y se enfrenta con palabras al destino,
asienta sus raíces como anclas
en el desconsuelo,
aprende a ser agua y niebla,
a ser ola que rompe contra el mundo
partiéndose el alma,
jugándose el amparo en pos de la derrota.

El poeta sabe de la calma y la tormenta.

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